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Lo que fue y lo que viene

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Pasó el balotaje, se contaron los votos, ganó Vázquez y perdió Lacalle Pou. Unos están contentos, otros estamos tristes. Nadie discute el resultado. Al día siguiente Vázquez tenía su gabinete completo.

Pasó el balotaje, se contaron los votos, ganó Vázquez y perdió Lacalle Pou. Unos están contentos, otros estamos tristes. Nadie discute el resultado. Al día siguiente Vázquez tenía su gabinete completo.

El episodio electoral marca el fin de un gobierno y el advenimiento de otro. Se va Mujica, viene Vázquez. La mirada se vuelve hacia atrás a modo de balance y hacia adelante como pregunta. Lo de atrás es conocido, lo de adelante puede ser esperanza o cautela, según preferencias; básicamente es especulación.

Elijo con cuidado las palabras para la mirada hacia atrás: el balance del gobierno que fue es más bien escuálido. En términos generales no hay gobierno tan malo que no haya hecho nada bien ni tan bueno que no haya cometido errores: lo que interesa es lo que queda después de las sumas y restas; lo que queda del gobierno que se va es poco. Mucho aspaviento y mise en scene pero poca realización, mucho teatro y poca fagina.

Lo que fue, se ha de juzgar a la luz de lo que podía haber sido. No un haber sido en el aire o en teoría, sino en su circunstancia. Lo que podía haber sido -por lo menos para mí- estuvo en el contenido de tres discursos prácticamente inaugurales de Mujica: el discurso del Conrad, el discurso a los militares en Durazno y, sobre todo, el discurso ante la Asamblea General. Tres grandes discursos que se llevó el viento: el primer vientito.

Las circunstancias que justificaban la expectativa de lo que podía ser fueron también tres: Mujica tuvo mayorías parlamentarias propias, una situación económica externa muy favorable y una disposición de simpatía hacia su persona bastante más allá del número de votos que le reconoció la Corte Electoral. Con todo eso a favor capituló a los pocos pasos en su triple promesa de rehacer la educación pública totalmente desecha. En materia de relaciones internacionales ofendió a países y gobiernos cercanos, siendo el caso más vergonzoso la patada en los dientes a Paraguay justificada con una afirmación digna de George W. Bush: “lo político está por encima de lo jurídico”. Fue una administración chapucera, reincidente en impulsar leyes inconstitucionales. Contribuyó con solicitud apostólica no a sanar, sino a agudizar la lamentable división nacional gritándole alma podrida a la oposición (como quien le grita a un juez en la cancha de fútbol). Ni ferrocarril, ni reforma del Estado.

El país ha tenido en este tiempo un crecimiento económico indiscutible, generado por dos actividades privadas, el agro y el turismo, y el gobierno de Mujica dedicó a planes sociales buena parte de la abundante recaudación allí cosechada. Fomentó la construcción de viviendas económicas, donó su sueldo y trajo -en este caso sin improvisación ni alharaca- a los refugiados sirios. Si usted quiere agregar la marihuana y el matrimonio igualitario, es cosa suya.

Lo que viene, como dije, está por verse. Constituye un buen augurio que Vázquez haya reconocido el desgarrón que divide a los uruguayos y en su primer discurso, el mismo día del balotaje, sabiéndose Presidente del Uruguay, haya dedicado prolongada atención a la necesidad de recomponer la unidad nacional. Para algunos uruguayos -los menos- la cuestión económica es literalmente de vida o muerte. Para los demás, con plata en el cinto como nunca, lo que es de vida o muerte es la unidad nacional sin categorías de ciudadanos y una forma de convivencia en libertad, dentro del derecho y el respeto universal de la ley. Si lo sienten así o no también está por verse.

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Juan Martín Posadas

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