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Trampas con palabras

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Juan Martín Posadas
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Hay cosas que aparecen o desaparecen según sean las palabras que se utilicen para nombrarlas.

Hay designaciones que muestran y hay otras que ocultan o inducen a error. Las relaciones humanas son hijas del lenguaje y se ven afectadas por la elección directa o sinuosa de las formas de decir.

Los economistas, los periodistas, los políticos y prácticamente todo el mundo han aceptado y manejan de forma corriente la expresión "costo laboral". También todo el mundo entiende de qué se trata al oírla. Sin embargo su uso corriente en referencia a la realidad nacional lleva a una confusión. Veamos.

El costo laboral es la parte del costo final de un producto que corresponde a la retribución del trabajador que lo produce. Los otros costos son la amortización de la maquinaria, impuestos, combustible, etc. etc. Acá en nuestro país hablan de un costo laboral muy alto las cámaras empresariales, los dueños de las empresas y algunos economistas. Lo hacen con sumo cuidado, como pisando huevos, porque acá queda mal cargar sobre las espaldas del trabajador la culpa o la causa de que el artículo producido resulte caro (sea para comprarlo nosotros o para que se pueda vender en el mercado internacional compitiendo con un producto similar de otro origen).

Aquí es donde entra el engaño de las palabras encubridoras o tramposas. En nuestro país lo que es alto no es el costo laboral sino el costo Pit-Cnt. Ahora bien, esta expresión es mucho más difícil de pronunciar (y de sostener) en el Uruguay. Pero es la expresión que realmente describe y denomina con acierto y justicia la realidad.

El sindicato de Conaprole decretó un paro porque la empresa no consultó al sindicato por la sustitución de un chofer por tres días. Hace unos meses el sindicato de distribuidores hizo un paro largo que produjo desabastecimiento porque pretendía (y logró en parte) que le aseguraran un mínimo de jornales al mes por encima de los realmente trabajados. Ancap tuvo paros que costaban un millón de dólares por cada semana de atraso en la puesta a punto de la refinería por la pretensión del gremio de asignar más personal de seguridad de lo establecido en los protocolos de los fabricantes de los equipos. Los repartidores de supergás dejaron de entregar garrafas en pleno invierno y entre otras reivindicaciones de la plataforma, incluían recibir un desayuno con por lo menos tres bizcochos. La semana pasada hubo un paro parcial contra el neoliberalismo y para recibir a Lula (que no vino). La lista se puede extender mucho más pero no vale la pena porque todos los uruguayos la conocen.

Los sindicatos son necesarios para equilibrar la ecuación de poder con los patronos. Sin discusión. Pero son socialmente nocivos cuando sus dirigentes se pasan por los bigotes los costos colectivos de sus decisiones. Lo que encarece actualmente la producción uruguaya no es el costo laboral sino el costo Pit-Cnt. Eso es lo que hace que el Uruguay solo pueda exportar producción primaria: cualquier intervención de mano de obra pone al producto uruguayo con un precio fuera del mercado internacional.

El costo Pit-Cnt no es un costo laboral: es el privilegio de algunos y el desamparo de muchos que pierden jornales. Desenmascarar las trampas de las palabras es tarea de periodistas y de políticos. En Uruguay implica riesgos, por ende requiere coraje.

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