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¿Son de palo?

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Los uruguayos conservamos percepciones de nosotros mismos que ya no son verdaderas: sus fechas de vencimiento han expirado hace tiempo. Seguimos diciendo que somos un pueblo culto, pero eso ya no es verdad: los datos están a la vista, en las estadísticas y en la calle. También seguimos diciendo (y creyendo) que acá no hay corrupción, o si la hay es mínima. Tampoco es verdad.

Los uruguayos conservamos percepciones de nosotros mismos que ya no son verdaderas: sus fechas de vencimiento han expirado hace tiempo. Seguimos diciendo que somos un pueblo culto, pero eso ya no es verdad: los datos están a la vista, en las estadísticas y en la calle. También seguimos diciendo (y creyendo) que acá no hay corrupción, o si la hay es mínima. Tampoco es verdad.

En el gobierno de Mujica procesaron al ministro de Economía y al presidente del Directorio del BROU. (Para no abrir sospechas de tendencioso: también procesaron al intendente de Colonia). Con proceso o sin proceso, los avatares del trámite de Pluna -remate trucho de aviones, con oferente extranjero trucho importado en admisión temporaria y aval trucho para un crédito trucho- fueron trámites corruptos urdidos por el gobierno. Eso le ha costado mucho al país en términos de dinero y en términos de imagen y prestigio. En Ancap, haya o no haya al final procesados, dar US$ 5.000 para publicidad a una radio que no emite pero está concedida a un amigo del partido, constituye un acto de corrupción. Un ejemplo chiquito: hay de todo tamaño. De Pluna y Ancap todos conocemos el resto de la sórdida historia; un gobierno en el que se dan casos de corrupción es un gobierno corrupto.

Lo que está pasando en Brasil en términos de corrupción nos muestra algo primordial; nos muestra de qué manera un gobierno corrupto -el de Lula- produce una corrupción sistémica que inficiona a toda la sociedad. En ese país la corrupción ha abarcado al elenco de gobierno, a la oposición política, a funcionarios de las empresas públicas y de la administración pública y a muchos importantes agentes económicos privados. Eso es corrupción sistémica: nadie queda afuera y nada ya se consigue hacer o tramitar si no es a través del sistema.

En Uruguay existe hace años una corriente exportadora de productos lácteos hacia Venezuela. Actualmente ese y todos los negocios con Venezuela están en manos del MPP y de allegados a Mujica. Él mismo lo ha reconocido y, además, ha justificado que el diputado Placeres y otros de su entorno cobren comisiones y ganen dinero por ello. Esto es poco ético, pero yo quiero llamar la atención sobre el coeficiente de difusión que tienen estos dichos y estos hechos sobre la sociedad.

Los empresarios del sector lechero sienten, por un lado, que las políticas económicas llevadas adelante por el Frente Amplio hacen que el costo Uruguay sobre los costos de producción los dejan fuera de competencia en los mercados de exportación. Pero, a la vez, el mismo Frente Amplio, en este caso a través del MPP y asociados, les consigue un mercado que paga 30% más que el precio internacional. Cualquier persona habituada a moverse en el mundo de los negocios percibirá aquí algo extraño, no transparente, sospechoso. ¿Por qué ese sobreprecio? Pero los industriales de lácteos se han metido igual en ese negocio turbio y no preguntan nada ni dicen nada. Es decir, entran -han entrado- en el circuito corrupto de los agentes del MPP; se ha cerrado el círculo de la corrupción sistémica, aquella que arma un esquema fuera de los círculos normales y del que si no formas parte quedas afuera del negocio. Y si un día cobras tarde o no cobras, cállate. Entonces: ¿los de afuera son de palo? En Uruguay hay corrupción sistémica y más vale dejarse de eufemismos y justificativos.

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Juan Martín Posadas

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