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Situación diferente

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Todos los uruguayos estamos preocupados porque los tiempos que se avecinan (o que ya llegaron) van a ser (ya son) más difíciles que los tiempos que pasaron. El bienestar económico sin precedentes que gozamos durante diez o más años se acabó el año pasado y el año que viene pinta aún peor.

Todos los uruguayos estamos preocupados porque los tiempos que se avecinan (o que ya llegaron) van a ser (ya son) más difíciles que los tiempos que pasaron. El bienestar económico sin precedentes que gozamos durante diez o más años se acabó el año pasado y el año que viene pinta aún peor.

Nuestro país ya vivió crisis económicas peliagudas en el 2001-2002. Su recuerdo se nos ha borrado entre tanto plasma, tanto iphone y tanto cero kilómetro. El Frente Amplio se ha preciado hasta el regodeo sobre su gestión para superar aquella crisis pero ahora el panorama es diferente. No me refiero a la macroeconomía: de eso ya han opinado los economistas y dicen que el país está hoy mejor parado para enfrentar la tormenta. Me refiero al gobierno, al partido de gobierno y al medio Uruguay que votó al Frente Amplio.

En la crisis anterior el Frente Amplio agarró el gobierno cuando la solución básica al problema ya se había establecido en el gobierno de Jorge Batlle. En ese momento, el Frente Amplio podía desvincularse de la crisis, sus dolores y quebrantos, sin que se le pegara nada porque cargaba todas las tintas sobre el gobierno anterior. Políticamente eso era de gran alivio (electoralmente, ni te cuento).

En este momento crítico de hoy, el Frente Amplio no puede descargar nada para atrás; se encuentra embretado políticamente: echar las culpas al gobierno anterior es echarle la culpa al Frente Amplio, es decir, la misma camiseta, la misma razón social, la misma gente. La incomodidad política allí generada se le ve en la cara a los gobernantes de hoy (a algunos votantes también).

Pero no es solo incomodidad política: hay medidas duras exigidas por la crisis, que aún siendo evidentes y necesarias, no podrán ser tomadas porque carecerán del apoyo político indispensable.

Hay otra diferencia más. En situaciones de crisis los gobiernos -cualquier gobierno- tiene que manejarse en un sutil equilibrio entre hablar claro y advertirle al ciudadano lo que pasa y no hablar tanto como para que se genere pánico. Este gobierno del Frente Amplio, por las razones antedichas, no puede conservar el equilibrio. Va a elaborar (ya está elaborando) un discurso rosado, lleno de eufemismos al principio y lleno de mentiras y falsificación de datos y estadísticas un poco más tarde. En la crisis anterior mostraba las llagas del país con aire superior porque eran causadas por otro y él venía a salvar. Ahora la cosa es diferente.

A la crisis que aconteció en el período de Jorge Batlle (a quien le cayeron las siete plagas de Egipto) no sólo le siguió un gobierno del Frente Amplio sino una bonanza fabulosa de los precios internacionales para los productos exportables del Uruguay. Y el viento de cola no solo se llevó en ancas la crisis sino también el recuerdo o la memoria de la crisis. Ahora, habiendo olvidado dulcemente, el uruguayo está mimoso; la viril disposición a aceptar los rigores necesarios para capear una crisis está muy menguada: esto también indica una diferencia.

En suma: ante la crisis económica que ya nos pegó tenemos un gobierno sustancialmente despreparado y políticamente maniatado y una población demasiado confiada, donde la mitad que votó al Frente Amplio creyó haber votado por la utopía realizada. La crisis económica actual no tiene punto de comparación con la de los años 2001-2002.

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Juan Martín Posadas

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