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La prensa y el poder

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Juan Martín Posadas
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De Sendic no hay que hablar más. No hay que hacerlo para evitar que sea considerado el único caso o el caso por excelencia de corrupción del gobierno y que, expulsado él, todo queda saldado y limpio.

Dicho lo cual paso a destacar la importancia fundamental que tiene la prensa en la lucha contra la corrupción política y/o gubernamental. La investigación de los episodios y los personajes, el paciente armado de los rompecabezas de ocultamiento, y la posterior publicación de todo eso, constituye el más poderosos antídoto que tienen las sociedades democráticas contra la corrupción.

Voy a lo que tenemos acá. El escándalo de Pluna —denunciado originalmente por el Partido Nacional y luego abandonado por este—, derivó en procesamientos del ministro y del jerarca del BROU después de la publicación de una foto, captada en el restaurante Lindolfo, publicada en El Observador. Las compras de Sendic con las tarjetas corporativas saltó en la prensa, lo mismo que la carencia del título académico invocado por el Vicepresidente (que nadie vio a excepción del añoso matrimonio de videntes que regentea el MPP). Los escándalos de ASSE, los directores de hospitales que encargan trabajos a sus propias empresas y la protección que para ello reciben de parte de Muñiz y del Partido Comunista, salieron a la luz por las denuncias del diputado Lema y sendos trabajos periodísticos. Hay más casos (faltan los que vendrán).

El Frente Amplio es actualmente la fuerza dominante en el Uruguay, con una concentración de poder impresionante (poder político, cultural, sindical, etc.) Tiene tal poder que solo ante otra fuerza (y no por mecanismos internos de control y depuración) admite que sea tocado uno de sus miembros cuestionados. No es que los respete a esos miembros (cuando no le sirven más los escupe), sino porque el poder se juega y se muestra en el blindaje. Cuanto más culpable o defectuoso es el miembro protegido mayor es la demostración de poder. (Hasta que se pase de rosca y entonces hay que arrojar lastre al mar…)

Es por esa concentración de poder que la función de la prensa se hace doblemente necesaria entre nosotros. Cuando la corrupción y los corruptos son dados a conocer, poco a poco la sociedad cautivada se empieza a escandalizar, empieza a sentir indignación por la corrupción y por el engaño sufrido. La única fuerza que respetan los dueños del poder no es una fuerza moral interna: es el miedo a que se les pierda el miedo.

De ahí que no llame la atención el griterío histérico que se levantó desde el gobierno y el Frente Amplio imputando a la prensa, y a su insistencia, los efectos de la carcoma que los afecta y que tiene una visible causa en sus propias entrañas. No hay tal conspiración orquestada por la prensa.

El Tribunal de Conducta Política dictaminó sobre Sendic "falta de responsabilidad ética y política, y proceder inaceptable". Todos los mandamases frentistas dijeron: ¡qué bien! Pero ninguno le llevó el apunte al fallo hasta que llegó a la gente. Una fuerza política que se sintió tan poderosa, tan ensalzada, tan votada, creyó que todo lo que hacía estaba bien hecho solo porque estaba hecho por ellos. Hasta que la prensa mostró lo que había y la gente empezó a enterarse y luego a dudar y luego a alejarse. El lenguaje político más convincente es el lenguaje de los votos: votos que se retienen o votos que se van. La prensa, si es libre, no se amilana ni ante el poder ni ante el mito.

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