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Este año 2014 es año de elecciones. Los años electorales siempre son años de promesas. ¿Qué puede esperar el Uruguay de este año 2014? Cada uno sacará sus cuentas, orejeará a su manera las cartas y confeccionará su set de esperanzas; serán variadas pero una hay segura y ella cambiará sustancialmente el panorama político del país. Veamos.
Cuando el Frente Amplio ganó las elecciones por primera vez fue un acontecimiento inédito y singular para el Uruguay. Pero, en contra de las apariencias, fue un cambio cuantitativo más que cualitativo. Lo dramáticamente diferente no fue el hecho de que ganara la izquierda por primera vez sino que en esa elección un partido político se llevara prácticamente todo lo que estaba en juego. La mayoría absoluta y propia del Frente Amplio fue lo radicalmente nuevo.

Sumado a la avalancha electoral está el hecho de que ella se dio en un partido en cuyo seno hay sectores importantes que tienen o bien un componente o bien una nostalgia marxista. Ese ADN,

Este año 2014 es año de elecciones. Los años electorales siempre son años de promesas. ¿Qué puede esperar el Uruguay de este año 2014? Cada uno sacará sus cuentas, orejeará a su manera las cartas y confeccionará su set de esperanzas; serán variadas pero una hay segura y ella cambiará sustancialmente el panorama político del país. Veamos.
Cuando el Frente Amplio ganó las elecciones por primera vez fue un acontecimiento inédito y singular para el Uruguay. Pero, en contra de las apariencias, fue un cambio cuantitativo más que cualitativo. Lo dramáticamente diferente no fue el hecho de que ganara la izquierda por primera vez sino que en esa elección un partido político se llevara prácticamente todo lo que estaba en juego. La mayoría absoluta y propia del Frente Amplio fue lo radicalmente nuevo.

Sumado a la avalancha electoral está el hecho de que ella se dio en un partido en cuyo seno hay sectores importantes que tienen o bien un componente o bien una nostalgia marxista. Ese ADN, como dije la semana pasada, desplaza las diferencias políticas al plano de la ética: el único partido del pueblo, el único que defiende la justicia, el único que etc., etc. es el Frente Amplio. Todos los demás partidos son de oligarcas, burgueses y la pluriporquería (palabra de Castro).

Esos dos elementos, la montaña de votos y la herencia ideológica hicieron que el Frente Amplio entrara al gobierno con un espíritu o estado de ánimo tipo ¡hurra: por fin se nos dio! Pensaron o sintieron que tenían el país en sus manos (en una buena, si se quiere) y que podrían desplegar sobre él todos sus proyectos y neutralizar los proyectos ajenos.

En consecuencia de ello el Uruguay quedó dividido en dos, como nunca antes lo había estado. La mitad triunfante consideró que no necesitaba de la otra para cumplir su tarea o su vocación: más bien le estorbaba. Consideró, incluso, que el respaldo con que contaba le dispensaba del cumplimiento de formalidades legales y constitucionales (hasta de dos plebiscitos).

Entonces y brevemente: la promesa que encierra el 2014, la más segura y trascendente de todas las promesas, es que esa situación no se prolongará más. La racha de poder absoluto está en su final, el país volverá al paisaje republicano de poder compartido, a un Parlamento funcionado según el arte político de la negociación y a unos gobernantes a quienes la realidad (si no la convicción) les enseñará que gobernar es articular diferencias y que el país no es propiedad de nadie.

Durante el período militar se hizo tristemente famosa la frase del Gral. Queirolo: "A los triunfadores no se les pone condiciones". La oscura realidad de aquellos tiempos habilitó esa afirmación. En cambio, la Paz de Abril (que yo cito con tanta frecuencia) dio origen, allá por 1872, a la tradición política nacional de la coparticipación institucionalizada. Los revolucionarios de Timoteo Aparicio no quería derrocar al gobierno ni hacerse del poder sino que se legitimara su derecho -que era el de medio país- a tener su lugar bajo el sol: los Departamentos blancos tendrían Jefe Político y de Policía blanco. Nadie tendría todo el poder y nadie sería completamente empujado afuera.

Lo que podemos esperar de este año electoral 2014, la promesa más segura y, a la vez, más saludable y sana para la República, es que en adelante no habrá más mayorías absolutas.

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Juan Martín Posadas

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