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La encuesta y el muro

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Las encuestas de Óscar Botinelli son seguidas con atención y sus análisis políticos son respetados.

Las encuestas de Óscar Botinelli son seguidas con atención y sus análisis políticos son respetados.

En las últimas semanas él ha incorporado y divulgado un concepto que me parece necesario desmenuzar: me refiero al concepto de muro (sic) que explicaría la dificultad -para él casi insalvable- del salto de votantes frenteamplistas hacia alguno de los partidos históricos, por más motivos de desencanto que haya generado el Frente Amplio.

Esta hipótesis-explicación contiene dos elementos: uno que es real, actual, fáctico y el otro tiene algo de pronóstico, anticipación y oteo de un horizonte futuro. Lo real, lo fáctico y lo cierto es que el Frente Amplio ha dado y sigue dando motivos de espanto y de escándalo para los que estamos afuera y motivos de desencanto y desilusión para muchos de los que dejaron allí adentro su voto. Pero la pregunta referida a lo que van a hacer (o votar) en las próximas elecciones los frentistas desengañados está en el terreno de las hipótesis o predicciones. La hipótesis de Botinelli es que hay un muro muy difícil de saltar. Creo que Botinelli se queda a mitad del recorrido de lo que su profesión le habilita a desentrañar.

Antes de señalar lo que yo creo que es posible incrementar a la hipótesis de Botinelli para hacerla completa voy a detenerme en los supuestos de ella que, esos sí, comparto absolutamente. El Frente Amplio (como lo he escrito otras veces) es un partido de feligreses. Para muchos uruguayos su adhesión a él es más un acto de reafirmación de una identidad personal que una decisión política. Para muchos frentistas el tránsito político de un partido a otro no es una opción sino una traición, algo así como el abandono de una iglesia: una apostasía. Los votantes que llegan desde otras filas son recibidos como conversos que finalmente han encontrado la luz; la salida es la condenación eterna. Hay una orilla política que marca el territorio del bien, la justicia, los intereses populares. En la otra se asienta el mal (generalmente encubierto), la oligarquía, lo antipopular, lo retrógrado.

Pero el Frente Amplio tuvo un millón de votos en las elecciones pasadas y no hay un millón de uruguayos “religiosamente” frentistas. Se puede especular que los feligreses no vayan a saltar el muro, pero los otros puede que sí. La hipótesis de Botinelli no es completa si no se adentra en la investigación de la composición interna de los votantes del Frente Amplio. ¿A cuánto asciende el cerno “religioso”? ¿50%?, ¿40%?, ¿60%? Y aunque llegase a ser el 80% -cosa que no parece verosímil- quedarían 200.000 votos “saltarines”, lo cual es un montón (que puede dar origen a otras hipótesis).

Supongo que se puede encuestar y contabilizar cuántos frentistas no votaron ni pensaron votar nunca fuera del Frente; cuántos lo hicieron en dos elecciones seguidas, cuántos en tres, en cuatro, etc. Esto no es ni especular qué van a votar en el futuro ni siquiera preguntarles ahora por una decisión que habrán de tomar de aquí a tres años. Es comprobar hechos consumados y, a partir de eso, proyectar patrones de comportamiento.

El muro, si existe, no es tan alto. Yo creo que no existe o existe solo en la cabeza de los frentistas “religiosos”. Si no tenemos un dato de cuántos son -y este es el trecho que le falta recorrer a la hipótesis de Botinelli- no tenemos todos los elementos necesarios para hacer una afirmación sobre el muro.

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Juan Martín Posadas

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