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El fin de los bloques

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El ser humano busca sistematizar la información que recibe y ordenar sus conocimientos según categorías. Es así que los países han sido agrupados y ordenados según criterios de semejanza en algún terreno. Después de la segunda guerra mundial se empezó a hablar de tres mundos. El primer mundo era Europa y Estados Unidos. El segundo la Unión Soviética y sus satélites. El tercer mundo eran los subdesarrollados.

El ser humano busca sistematizar la información que recibe y ordenar sus conocimientos según categorías. Es así que los países han sido agrupados y ordenados según criterios de semejanza en algún terreno. Después de la segunda guerra mundial se empezó a hablar de tres mundos. El primer mundo era Europa y Estados Unidos. El segundo la Unión Soviética y sus satélites. El tercer mundo eran los subdesarrollados.

Esta forma de catalogar ya no corresponde a la realidad. Por lo pronto aquel segundo mundo comunista desapareció. Pero eso no fue obstáculo para que se siguiera inventando agrupaciones de países, reales o imaginadas. Se fue consolidando una corriente de opinión —promovida, quizás, por el ejemplo de Europa con su mercado común y su moneda única— en el sentido de que el mundo iba hacia la formación de bloques y quien quedara afuera no tendría futuro. En lo que a nosotros atañe se consolidó y cobró prestigio en América Latina la opinión que postulaba algún tipo de unión entre todos los países del continente como condición necesaria para el desarrollo: aislados no saldríamos de la dependencia y la pobreza.

El Mercosur nació de forma contemporánea con aquella concepción americanista. La idea original del Mercosur, concebida durante el gobierno de Lacalle, fue abandonada y hubo un deslizamiento cada vez más pronunciado hacia otra cosa (la retórica). La idea original era expansiva: ampliar nuestro mercado en 300 millones de personas. Después la izquierda le dio un tono defensivo y proteccionista: unirnos para protegernos de los de afuera.

Con el desarrollo fenomenal que se ha dado en las comunicaciones y en los medios de transporte la situación del mundo es completamente distinta de lo que era solo treinta años atrás. Pensar actualmente en un mundo de bloques me parece una antigualla. Cuando Mujica empieza su discurso en la ONU diciendo “vengo del Sur y soy del Sur” está mostrando su fecha de nacimiento y un cultivado anacronismo.

El mundo está integrado desordenadamente: está globalizado pero no está unificado. Todo se puede fabricar en cualquier lado y trasladar de cualquier lado. Todo se puede conocer y saber en cualquier lado. Las personas van y vienen sobre fronteras, mares y desiertos, con autorización o sin ella.

Una economía se define por la demanda. Hoy todo el mundo —sea cual fuere la condición económica o el sistema político en el poder— tiene las mismas preferencias y demandas económicas. Los shopping centers son iguales o buscan serlo en todos los países. El mundo es una unidad económica en sus expectativas, sus respuestas y sus comportamientos como nunca lo había sido antes. Esto no es resultado de un plan de los economistas o de un proyecto político: es producido por la demanda de los consumidores de todas las latitudes. Las ideologías ya no agrupan ni separan países; quizás la única excepción sea el mundo musulmán.

La pobreza y la riqueza tienen fronteras geográficas cada vez más porosas. Lo que existe (o va en camino de existir) es gente rica y gente pobre, no naciones ricas y naciones pobres. Donde se condense y se aproveche el conocimiento y la información habrá un tipo de consumo y de cultura que envidiarán y trataran de copiar o conseguir quienes no la tengan, estén en el continente que estén y sean nacionales del país que sea. Pensar en bloques o agrupaciones de naciones para preservarse de esa tendencia o como si ella no existiera es moverse con los reflejos y las respuestas del pasado (que fue ayer nomás pero está tan lejano). En fin; me parece. Pero ¡quién sabe!

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Juan Martín Posadas

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