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La visión del desarrollo

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Cuando se contaron los votos y volvimos de las vacaciones, afloraron con mal disimulada sorpresa, los efectos de cinco años de despilfarro. En nuestro país, los gobiernos ni ejercen controles ni se hacen responsables.

Cuando se contaron los votos y volvimos de las vacaciones, afloraron con mal disimulada sorpresa, los efectos de cinco años de despilfarro. En nuestro país, los gobiernos ni ejercen controles ni se hacen responsables.

Con el cambio del contexto externo, pasamos del fuerte viento a favor a un entorno más adverso y probablemente de mayor permanencia. La perspectiva de recorte del ingreso nacional está provocando una batalla por la distribución de un ingreso menor.

El recorte no se producirá simétricamente entre toda la población. Dependerá principalmente del poder de cada cual, para imponer su precio y sus condiciones. Las Mipymes y sus trabajadores están entre los grupos más numerosos y probablemente serán los menos afortunados. Las empresas y servicios públicos, las grandes empresas y los trabajadores sindicalizados (un 25% del total) andarán mucho mejor. Lo que es cierto es que aumentará el desempleo y el subempleo, lo cual elevará la pobreza. Estuvimos distraídos por culpa de un maquillaje de la realidad, exacerbado por la disputa electoral.

Las oportunidades para el país continuarán siendo de las mejores, en un mundo complicado. No obstante, para aprovecharlas deberemos cambiar nuestra visión del desarrollo. La fortaleza en el comercio exterior basada en el agro -que en la coyuntura se está debilitando- ha sido la clave para el crecimiento reciente. Se debería esperar que nuevos sectores se sumen a un crecimiento competitivo y exportador, capaz de aumentar el empleo urbano de calidad. Los precios de los exportables, serán generalizadamente menores durante los próximos años. Hay que entender que en el quinquenio pasado el mundo nos permitió alcanzar remuneraciones sin precedentes por el trabajo nacional, las cuales no se podrán sostener. Los costos de producción que crecieron en forma significativa, acompañando los precios de exportación también crecientes, en esta fase de caída no reaccionan a la baja con la misma elasticidad, afectando las respuestas empresariales.

El crecimiento dependerá de la reducción de los costos y del aumento de la eficiencia productiva. El sector agropecuario ha incorporado un aprendizaje valioso para difundir un modelo que pasó de la ganadería extensiva predominante hasta hace pocos años, a un crecimiento simultáneo de los granos, la lechería, la forestación y la ganadería.

El aumento de la productividad de miles de productores es lento, especialmente cuando desde las políticas se han sembrado tantas incertidumbres impulsando medidas adversas a la competitividad. La prosperidad vino de la mano de los altos precios. Ahora deberemos descansar en la inteligencia, el conocimiento, el capital humano y conceptos de negocio que entiendan el mundo actual. Será más difícil pero más sustentable.

Sin embargo, no parece probable la posibilidad de reducir los costos de producción en medio del actual clima social y las expectativas creadas. Los principales son los salarios, las tarifas públicas, la carga fiscal y la inercia de los precios que nadie desea rebajar antes de que lo hagan otros. Esos costos deben ser ponderados por el tipo de cambio real que permanentemente ha quedado por detrás del de nuestros competidores y clientes. Por su parte, el BCU combate un tipo de cambio más competitivo, capaz de permitir el ajuste a la realidad global. La lentitud en un mundo muy ágil es igual que un retroceso.

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Joaquín Secco García

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