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La trampa del subdesarrollo

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El estrépito de la coyuntura, nos hace perder de vista la importancia que ha tenido para el país, la apertura de los mercados globales. El consenso logrado en la Ronda Uruguay del Gatt fue decisivo para explicar nuestra prosperidad de hoy. La RU culminó con compromisos que permitieron una significativa reducción de los subsidios que los países avanzados otorgaban a su agricultura.

El estrépito de la coyuntura, nos hace perder de vista la importancia que ha tenido para el país, la apertura de los mercados globales. El consenso logrado en la Ronda Uruguay del Gatt fue decisivo para explicar nuestra prosperidad de hoy. La RU culminó con compromisos que permitieron una significativa reducción de los subsidios que los países avanzados otorgaban a su agricultura.

Además fue una negociación esencial para consolidar la globalización. Se establecieron normas para regular el comercio de servicios, la inversión extranjera, la propiedad intelectual y se creó la OMC como organismo facilitador del comercio. Como siempre pasa, primero nacen los hechos y después se crean las normas e instituciones reguladoras. No es que la RU haya organizado la globalización, sino que las tensiones para favorecer el comercio libre terminaron por establecer reglas de juego confiables.

Hasta hace poco tiempo nuestro país fue un proveedor casi exclusivo del continente europeo, continente que a su vez era el mayor productor de alimentos del mundo. Desde mediados de los años 50, la Unión Europea implementó políticas de autoabastecimiento, comprando a sus agricultores toda su producción a precios superiores a los del mercado mundial. Rápidamente logró el autoabastecimiento, luego subsidió las exportaciones de sus excedentes deprimiendo los precios y empobreciendo a países que como el nuestro dependían de su agricultura.

La academia y la opinión urbana, interpretaban que el empobrecimiento se debía a que los ganaderos eran gente sin ambiciones. Todavía existen dificultades para entender la realidad al norte de la interbalnearia. Fueron 40 años de empobrecimiento, guerrilleros y dictadores. Las siete plagas que arrasaron con los mejores años de generaciones.

Algún día durante los 80s empezamos a vender arroz y lácteos a Brasil aliviando la asfixia de las fronteras cerradas. También nos fuimos convirtiendo en país turístico y por fin durante este siglo en un aventajado exportador de alimentos al mundo entero. Pero además agregamos un floreciente negocio de exportación de servicios y aprovechamos los efectos de la inversión extranjera. Un largo camino al cual todos aportaron y nadie puso marcha atrás. Con diferencias de estilo y de personas, mas de las tres cuartas partes de los partidos se centran en estos asuntos. Otra cuarta parte alienta la confrontación y añora el pasado.

Aprendimos a ser menos pobres, pero no somos un país desarrollado. Para serlo, debemos cerrar la brecha social, triplicar la productividad, insertarnos comercialmente en esferas mas competitivas y reducir las vulnerabilidades. Cuestiones que dependen de nosotros mismos. Del espíritu emprendedor y de la calidad de las políticas. Durante los próximos años, que serán bastante menos favorables, deberemos dar un salto de calidad o quedaremos como uno de los mejores países subdesarrollados.

Nos amenaza la inflación, el déficit de 5% del PIB de la Cuenta Corriente con el exterior y del 3.3% del déficit fiscal. Los granos —la estrella de nuestras exportaciones— atravesarán un ciclo complicado y el turismo se debilitará. Nuestras crisis periódicas, siempre se iniciaron por la balanza de pagos. No volveremos al 2002, pero el salto de calidad podría alejarse y otra vez habremos desaprovechado las mejores circunstancias. 

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Joaquín Secco García

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