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El ecosistema social

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Un proverbio inglés, dice mas o menos así: “cada individuo es el resultado de las personas que conoce”. De otro modo, que el ecosistema humano en el cual nacemos y nos desarrollamos representa la principal explicación de los incentivos para desarrollar nuestros talentos, para adquirir valores, para trasmitirlos, para interactuar con otras personas y para elegir nuestros trayectos en la vida. En apretada síntesis: para ser quienes somos. Creamos células sociales cuya convivencia se rige por los hábitos y costumbres y también por las propias convenciones que se crean cotidianamente.

Un proverbio inglés, dice mas o menos así: “cada individuo es el resultado de las personas que conoce”. De otro modo, que el ecosistema humano en el cual nacemos y nos desarrollamos representa la principal explicación de los incentivos para desarrollar nuestros talentos, para adquirir valores, para trasmitirlos, para interactuar con otras personas y para elegir nuestros trayectos en la vida. En apretada síntesis: para ser quienes somos. Creamos células sociales cuya convivencia se rige por los hábitos y costumbres y también por las propias convenciones que se crean cotidianamente.

Nos identifica la manera de hablar, de vestirnos, de comer, los entretenimientos, el uso del tiempo libre, la manera de tratar a los demás. También nos identifican nuestras aspiraciones y las metas que apreciamos en la vida, los aficiones y las ocupaciones que elegimos. La sociedad en que vivimos, imperceptiblemente, nos fija un piso y un techo. Evitamos caer por debajo del piso pero no existen demasiados incentivos para superar los techos. A su vez cada sub grupo dentro de la sociedad adquiere sus propios pisos y techos. Es difícil que los niños que van a la escuela rural lleguen a la universidad, mientras que para los hijos de los profesionales la universidad es un paso natural de la vida.

Entre otras cosas, nuestro entorno nos ha hecho malos emprendedores. Cuando surgen oportunidades, toman ventajas emprendedores extranjeros quienes deben remontar la resistencia a la innovación. Por su parte, las empresas pequeñas, como son las nacionales, tienen muchas dificultades para insertarse en los mercados mundiales. Nuestro crecimiento en el futuro, probablemente esté mas atado a la capacidad de crecer hacia fuera que hacia el consumo interno de una población pequeña. Para mejorar la competitividad será necesario elevar la calidad y la diversificación de las exportaciones, incursionar en los eslabones mas redituables de las cadenas de valor, innovar en procesos de diferenciación y acercarnos a los consumidores de ultramar. Todo esto estará necesariamente asociado a empresas de mayor dimensión, lo cual implicará innovar en formas organizativas y modelos de gestión que actualmente resultan casi desconocidos.

La agricultura y la forestación, los emblemas productivos de la década, consisten en el agregado de valor a la tierra, los trabajadores, la logística, los fertilizantes, la maquinaria, los agroquímicos, la genética y el conocimiento. El mejor negocio no es la chacra, sino producir los insumos y servicios que se ensamblan en la chacra. La importancia de la agricultura norteamericana no se explica por la producción de soja o maíz, sino por la innovación permanentemente incorporada en las semillas, los químicos, la maquinaria o los conocimientos, los cuales se valorizan local y globalmente.

Tenemos acceso al financiamiento casi sin restricciones. La tecnología, se compra o se adapta o se perfecciona localmente. Lo que une el conjunto y crea un negocio, es la organización —un equipo en lugar de once jugadores— y las capacidades humanas. No es buena la reverencia hacia las empresas extranjeras junto a la hostilidad hacia las nacionales. Una comunidad empresarial moderna y competitiva es un interlocutor indispensable para un país con oportunidades. Esa comunidad no se crea con empresas extranjeras. Tampoco con empresas públicas que organizan negocios millonarios como el de ALUR con un objetivo exclusivamente político.

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Joaquín Secco García

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