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El drama de América del Sur

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Después de una década generosamente favorecida por la riqueza capturada a través de los inéditos precios de las materias primas, el continente sudamericano vuelve a exponer sus indigencias. Cada país va alcanzando sus límites y se va metiendo en la trampa del subdesarrollo.

Después de una década generosamente favorecida por la riqueza capturada a través de los inéditos precios de las materias primas, el continente sudamericano vuelve a exponer sus indigencias. Cada país va alcanzando sus límites y se va metiendo en la trampa del subdesarrollo.

Se añoran los tiempos en que todo se solucionaba con dinero, planes sociales, burocracias y alimento para los gérmenes de la corrupción. El populismo de los buenos tiempos va dando lugar al conflicto permanente por los despojos del poder que viene acompañado por la pérdida de la calidad democrática y la violación de las instituciones.

Desde la crisis que se inicia en EEUU en 2008 y que se expande por los países avanzados, se empezó a debilitar el crecimiento económico de Sudamérica, especialmente porque renacieron las viejas maneras de atender la caída del ingreso. Renacen la inflación, devaluación, déficit fiscal, endeudamiento, elevación de la tasa de interés y desaliento para la inversión y debilitamiento del crecimiento. Estando en el medio del Mercosur, nuestra gestión de los desequilibrios ha sido ejemplar. El modelo es mas o menos el mismo aunque la virulencia varía. No obstante, no deja de apreciarse una tonalidad propensa al derroche y la politización del gasto.

Desde 2003 se implementaron políticas dirigidas a mejorar la competitividad, con austeridad fiscal y políticas dirigidas a bajar el gasto improductivo. Estas políticas se combinaron con un cambio global que desplazó el centro de gravedad de la economía mundial hacia el Asia emergente lo cual favoreció la mejora de los precios de nuestras exportaciones, aumentando la demanda y elevando las cifras del comercio mundial. Hasta fines de la década, se registraron los años de mas rápido progreso explicado principalmente por el comercio exterior.

Fueron años en los cuales los países con mayor visión estratégica buscaron formas de obtener mejoramientos permanentes del acceso a mercados. Nosotros no lo hicimos bajo excusas siempre difíciles de entender. Especialmente porque mientras se ponían frenos al comercio se establecían fuertes incentivos a la inversión extranjera que amparada por exoneraciones, fue copando los mejores negocios del país. Las explicaciones no venían ni por el lado de la soberanía ni por el lado de consolidar una matriz productiva mas diversificada y compleja. Ahora lo tenemos que hacer para el mes que viene en un momento en que se nos están complicando las relaciones exteriores.

El crecimiento del ingreso, especialmente a partir de 2010 se fue engrosando el gasto público. Siempre había un espacio fiscal que se volcó al crecimiento de la burocracia con muy escaso gasto destinado a fortalecer las capacidades competitivas y la estabilidad a largo plazo. Se incentivó el gasto inflacionario que se moderaba con atraso cambiario en momentos en que los superprecios de exportación se reducían. En 2014, se sumó el derrumbe de los precios de los granos, de los lácteos y el debilitamiento de la carne. Con precios que siguen siendo buenos ante cualquier comparación con el pasado estamos peor que siempre. Ya no crece el PIB ni las exportaciones, ni el empleo y lo que producimos vale menos. Parece que llega todo junto. La educación, la seguridad la eficacia del gasto gigantesco del estado.

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Joaquín Secco García

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