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Nos alimentamos con ilusiones

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No parece que estuviéramos andando muy rápido ni mucho menos que supiéramos cuál es nuestro programa para mañana, ni de qué manera estamos construyendo el largo plazo.

No parece que estuviéramos andando muy rápido ni mucho menos que supiéramos cuál es nuestro programa para mañana, ni de qué manera estamos construyendo el largo plazo.

Ya vamos rozando la tercera parte del período de gobierno y la sensación es que seguimos aprontándonos para empezar. Con poco entusiasmo ni armonía. Demoramos en crear la conciencia de que las condiciones para el crecimiento se habían deteriorado mucho y que sería impostergable cambiar las políticas que se arrastraban desde el gobierno anterior. Todavía hubo que esperar un año más y aún no está aprobada la rendición de cuentas, la cual comenzaría a hacerse efectiva desde el año próximo. Mientras tanto nos alimentamos de ilusiones. Bajaría la inflación y el deficit, subiría el empleo, mejorarían las exportaciones, Venezuela compraría leche y arroz, se instalaría una nueva planta de celulosa, se descubriría petróleo, se construirían puertos, ferrocarriles, rutas, caminos vecinales…. Pero la vida real no es tan mágica.

La economía del país cambió notablemente en lo que va del siglo. Empresas, innovaciones, capital humano, calidad del empleo que se fue creando. Especialmente en el interior y en los negocios del campo, donde los mejoramientos repercuten sobre mas de la mitad de la población del país. Con optimismo, muchos pensábamos que serían cambios que se irían consolidando y se transformarían en nuevos e irreversibles senderos de crecimiento. Casi el 80% de las exportaciones provienen de la campaña y hay horizontes de crecimiento de la demanda externa muy auspiciosos. Sin embargo y contrariando -una vez mas- los pronósticos, hoy están bajando los volúmenes y los precios del comercio. Los granos, la carne y la leche han reducido notablemente su aporte al agregado de valor del campo. Buena parte de la población urbana, ignorando las consecuencias, considera justo el castigo a la producción y el empleo rural. La primera medida del gobierno fue aumentar impuestos al campo. Impuestos de mala calidad que desalientan la productividad.

Las prioridades políticas fueron por el lado de repartir lo que se generaba en un período que presagiaba el cambio de ciclo que ciertamente vendría, de manera que ni el reparto fue capaz de aliviar la pobreza y mejorar sosteniblemente la distribución, ni tampoco fue sostenible la generación de riqueza. No solamente se consumió lo que se generaba, sino que además se aumentó el endeudamiento y el déficit lo cual anticipa varios años duros por delante. Los principales problemas de la sociedad

quedaron sin resolver durante la coyuntura mas propicia para haberlo hecho.

Hoy volvemos a empezar con los problemas de siempre que no hemos sabido resolver. Pasarán años hasta que se recomponga el crecimiento mas exitoso que ha tenido la economía en un siglo. Las explicaciones del estancamiento, de la debilidad de los incentivos para invertir o para fortalecer las capacidades humanas. La educación, la seguridad, el acceso a mercados, la competitividad. Son logros que solamente existen en el relato. Ahora Incursionamos en una fase en la cual nadie aceptará el relato o las ideas del adversario.

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Joaquín Secco García

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