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Vivir de la fractura

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Javier García
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La lucha de clases es la ideología de la división. Separar, poner a unos contra otros, hacer política "agudizando las contradicciones" como decían en las asambleas estudiantiles los camaradas inspirados en los manuales del marxismo, es su fundamento.

El populismo latinoamericano fue (es) tan superficial que no tiene ideología propia, adoptó la fractura social que proclama la lucha de clases y como instrumento la demagogia. Fundieron países, mataron o encarcelaron opositores, clausuraron diarios, empobrecieron a sus pueblos.

La tradición democrática y liberal del Uruguay fue un antídoto para cualquier experiencia de ese tipo, aquí vive latente una institucionalidad que salvo por las armas, nadie se puede llevar impunemente por arriba. Recorrieron otros caminos: asfixia económica a la Justicia, ley de medios, leyes que violan la Constitución, pero la arquitectura democrática entre nosotros es más fuerte que estos empujes autoritarios. Sin embargo, silenciosamente se cultiva el enfrentamiento y la violencia política. Las redes son prueba evidente de esta violencia que no debate ideas, sino que insulta y agrede.

Vamos a vivir una de las campañas electorales más duras de las que muchos tengamos recuerdo. En el FA hay militantes que solo conocen como medio de vida el contrato en un cargo político por cualquiera de los recovecos de la burocracia y ONG contratadas, donde varias son estructuras de pantalla del FA. Son muchos uruguayos que viven del gobierno del FA y que no están dispuestos a quedarse sin sueldo político. El discurso que los líderes del FA hacen abona este clima.

Esta semana fue otra fractura con las FFAA, votando un impuesto "simbólico" como dijo un senador oficialista, a lo que se le agregó hace dos días un pedido de destitución del comandante del Ejército. Antes fue "Carrasco contra La Teja", o el ataque a los profesionales. El tema es la lucha de clases modelo siglo XXI. No falta el prejuzgamiento contra el productor agropecuario y los empresarios, que obviamente representan lo peor del capitalismo explotador y oligárquico.

Hay una excepción para el Frente Amplio que es UPM, ahí está la expresión de la solidaridad obrero-patronal que hay que cuidar, y por eso valen las ocupaciones para todas las demás empresas salvo para la finlandesa que a esta altura la han transformado en una especie de mecenas de Oriente.

Desde nuestras propias filas nos dicen que hay que ser más duros con el gobierno. Si por dureza se entiende ejercer la oposición con fuerza, temas como el de Ancap o ASSE dejan claro que así fue, y que los mayores problemas que tiene el oficialismo es por la "dureza" opositora. Si en cambio lo que se pide es elevar los decibeles del discurso, lamentamos tener que defraudar a nuestros compañeros. Cuando alguien quiere gobernar un país tiene que tener la autoridad de no llegar sobre las cenizas de un pueblo dividido y enfrentado por los políticos, sino pensar en la mañana siguiente.

No hay nada más viejo y retrógrado que la lucha de clases. Un partido donde la ideología predominante es de casi dos siglos atrás no tiene futuro, y la única manera de enfrentarlo es no entrando en su juego de buenos contra malos que es funcional a esa ideología. Es paradójico que quienes se llenan la boca hablando de inclusión sean discriminadores seriales en materia política. Incluyen todo, menos a los que piensan distinto.

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