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ASSE como Ancap

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Javier García
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El agujero negro de ASSE es tan negro como el de Ancap. La investigadora que se instaló en Diputados empieza a develar lo que desde el FA llaman "errores". El presidente de la República le dice en carta al diputado Lema que no tiene injerencia en ASSE. Los uruguayos destinamos 1.000 millones de dólares en esa institución, y Vázquez dice que no se mete. Le debería importar un poco más la salud pública que el mundial de fútbol del 2030. En todo caso los hospitales y las policlínicas deberían asegurar buena atención en 2017, lo otro es para dentro de 13 años. El populismo demagógico le ganó a un hombre que solía ser cauto.

Según afirman los medios en el FA quieren empezar una campaña de defensa del sistema de salud, para contrarrestar los "ataques de la oposición". En el período pasado terminó procesado un director sindical de ASSE y ahora se empieza a develar una trama compleja de contrataciones e irregularidades.

En Ancap negaron hasta el final, y nos costó un vicepresidente. No es buena la técnica de tapar por compañerismo.

Hace unos años un exministro colorado dijo que la salud pública era un club político. A esta altura ASSE es la FIFA de los clubes políticos, con una particularidad, se reparte todo: direcciones, subdirecciones, asesores, asistentes de asesores y de directores, porteros, asistentes de porteros, menos el poder central que es de un solo club, el Partido Comunista.

Como Vázquez está débil, anda de equilibrista del FA y no puede tocar nada. La Dra. Muñiz hace tiempo debería haber sido removida, no es para ella esa responsabilidad. Pero su afiliación partidaria la mantiene firme.

En ese organismo, además, hay quienes padecen de doble personalidad ideológica, son designados directores por ser socialistas y cuando salen del hospital se transforman en capitalistas empresarios de la salud. Están de los dos lados, pero además arriba, abajo y al costado. Por las dudas.

Así como en la educación el único debate que se da es sobre quién manda, sobre el poder, y a nadie le importa lo único que debería que son los chiquilines y sus familias y lo que aprenden y no aprenden, en salud pública pasa igual, lo único que los desvela es quién se lleva el pedazo grande de la torta. La administración de 1.000 millones de dólares no tiene ningún control y a nadie le interesa si hay mejor atención.

La pregunta es clara: 10 años después del sistema de salud, con 1.000 millones de dólares de presupuesto, ¿la gente tiene el especialista cuando lo necesita, se opera antes o espera meses y meses, hay ambulancias donde no había, hay médicos en los pueblos o solo algún día cada tanto; los estudios se hacen rápido o meses después y solo en Montevideo? Esa es la única medida del éxito o el fracaso de un sistema, si los usuarios están mejor atendidos. El resto es cháchara. Si una mujer embarazada debe trasladarse a muchos quilómetros de su ciudad, no ya de un pueblo de campaña, para que nazca su hijo y no lo puede hacer entre sus seres queridos sino en ambiente desconocido por falta de especialistas y recursos, entonces lo que no funciona no solo es el sistema de salud sino el corazón de un gobierno.

Este es el debate de fondo, abrazar lo que está mal siempre termina peor. Una auditoría externa, independiente, en ASSE, sería la mejor defensa del FA. ¿Se anima el gobierno?

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