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Trabajos en extinción

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Escuché con mucha atención los discursos del Pit-Cnt del 1° de mayo. Además del interés natural por conocer la posición sobre temas delicados de la coyuntura como la pérdida de poder adquisitivo en un contexto de estancamiento económico con elevada inflación, esta vez, en particular, me interesaba encontrar indicios sobre un tema de más largo aliento.

Escuché con mucha atención los discursos del Pit-Cnt del 1° de mayo. Además del interés natural por conocer la posición sobre temas delicados de la coyuntura como la pérdida de poder adquisitivo en un contexto de estancamiento económico con elevada inflación, esta vez, en particular, me interesaba encontrar indicios sobre un tema de más largo aliento.

Más allá de múltiples alusiones a la dictadura, la tan dura como trillada mención a los niños comiendo pasto en la crisis del 2002 o la condena al “golpe de Estado” contra Dilma, me hubiera gustado escuchar algo sobre la estrategia del Pit-Cnt frente al proceso continuo de sustitución de puestos de trabajo por máquinas. Se fueron más de dos horas de oratoria y nada. Me quedé con las ganas de saber lo que se está haciendo o exigiendo para que los empleos que tienden a extinguirse se puedan ir sustituyendo por nuevos puestos de trabajo.

Y no piensen que por estar en Uruguay estamos a salvo. En un reciente estudio del Centro de Economía del IEEM, Escuela de Negocios de la Universidad de Montevideo, mostramos por primera vez para nuestro país cuántos puestos de trabajo corren alto riesgo de extinción. Encontramos que el 54% de las posiciones hoy ocupadas tienden a desaparecer en los próximos 20 años. En otras palabras, más de la mitad de los trabajadores en Uruguay corren un alto riesgo de perder su trabajo actual porque, nos guste o no, ya no va a ser necesaria una persona para cumplir con esa tarea. Estos números surgen de reproducir la metodología desarrollada en la Universidad de Oxford que analiza el contenido de habilidades de cada puesto de trabajo ocupado y establece en qué medida estas habilidades son fáciles o difíciles de robotizar.

El estudio tiene en cuenta que las máquinas todavía tienen mucho por mejorar en destreza para realizar movimientos coordinados como agarrar o ensamblar objetos delicados, así como para trabajar en posiciones incómodas. Lo mismo sucede con la originalidad para solucionar problemas o la habilidad para producir sensaciones nuevas a través del arte. El estudio también tiene presente que la mayor barrera a la robotización viene por el lado de la empatía: la capacidad para ponerse en la piel del otro es inherente a la condición humana. Por más rápido que avance la tecnología, una máquina nunca va a poder sufrir o alegrarse por lo que le pasa a una persona.

En definitiva, aquellos puestos de trabajo con mayor contenido de destreza manual, creatividad y empatía son los que tienen mejores perspectivas. Así, no debería llamar la atención que en nuestro país aquellos que trabajan en posiciones con mayor contenido de estas cualidades ganen, en promedio, 50% más que aquellos que se desempeñan en trabajos fácilmente robotizables.

El estudio también nos permitió ver que en Uruguay este riesgo no es igual para todos: varía según género, grado de educación, sector de actividad y ubicación geográfica. Por ejemplo, una mujer con posgrado en Medicina que trabaja en una mutualista de Montevideo, tiene una probabilidad del 17% de que su trabajo pueda ser robotizado. El panorama es diferente para un hombre, también con estudios de posgrado, que trabaja en un banco en Montevideo, y tiene un riesgo del 52% de que su trabajo sea automatizado. Bastante peores son las perspectivas de un hombre con educación primaria que trabaja como peón rural en el interior del país. Con ese perfil, tiene una probabilidad del 79% de que su trabajo lo pueda hacer mejor una máquina en un horizonte no muy lejano.

¿Qué se puede hacer? Sin incentivos adecuados es difícil que a nivel de empresa se generen los mecanismos necesarios para sustituir los trabajos en extinción por nuevas posiciones. He ahí el gran desafío del gobierno. En materia de educación y regulación laboral se juega mucho del partido. Tengamos presente que, según estándares internacionales, más de la mitad de los uruguayos que están ingresando al mercado de trabajo no pueden cumplir una tarea compleja en la que no alcanza con seguir al pie de la letra una serie de instrucciones ordenadas. Sepamos que aquellos países que tienen mayor proporción de estudiantes en esta condición, son aquellos que en promedio sus trabajadores se desempeñan en tareas con un mayor riesgo de extinción. Y ni una sola palabra sobre la calidad de la educación pública en los discursos del Pit-Cnt.

Tengamos presente también que la legislación laboral vigente no está diseñada para fomentar las habilidades no robotizables. El control de cumplimiento de horarios, la regulación de las horas extras y el proceso de negociación colectiva tal como hoy están estructurados, no ayudan. El Pit-Cnt está impulsando cambios legales para obligar a justificar los despidos. Cuidado porque la puerta que se busca cerrar por ley resulta ser la misma que se tiene que abrir para que se creen los puestos de trabajo necesarios para sustituir aquellos que se van extinguiendo.

Es justo reconocer la mención explícita en el acto del 1° de mayo de intensificar la utilización de los fondos acumulados en el Inefob en capacitación de trabajadores. Pero habría que ir más a fondo. ¿No se podría incluir en la negociación colectiva el compromiso de reducir año tras año el riesgo de extinción de los puestos de trabajo? Con datos del INE, es posible reproducir de forma recurrente nuestros cálculos. Sabemos que la cifra actual es 53,9%, cuando en 2014 era 54,3% y en 2013 era 54,4%. Para evitar sobresaltos en el futuro tenemos que sentar las bases para una reducción pronunciada de este indicador. Si, por ejemplo, alcanzáramos el 47% de EE.UU., tendríamos 120 mil personas menos trabajando en empleos en extinción.

Un reciente artículo de The Economist plantea: “Si usted está aburrido porque en su trabajo hace lo mismo todos los días, entonces empiece a preocuparse”. Agregaría que no es solo tema de aburrimiento sino de desarrollo. Estar condenados a hacer tareas que gracias al progreso tecnológico las pueden hacer mejor las máquinas, sin duda que no es una receta para el desarrollo. No es cuestión de evitar el avance para cuidar los puestos actuales sino de generar nuevos tipos de trabajos. Para ello es necesario un esfuerzo conjunto entre el gobierno, el Pit-Cnt y los empresarios. Y ya hay mucho para hacer.

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Ignacio Munyo

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