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El Mercosur y nosotros

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Hernán Bonilla

No es novedoso que el Mercosur tiene problemas. En primer lugar no se cumple el artículo primero del Tratado de Asunción que consagra la "libre circulación de bienes, servicios y factores productivos". Todos conocemos numerosos ejemplos de las trabas que sufren las empresas uruguayas.

En segundo lugar, sabemos por casos tan evidentes como el bloqueo de los puentes que los organismos más elementales del bloque no funcionan y no son capaces de resolver los conflictos internos. A lo que sumamos el bochornoso caso de querer pasarle por arriba al Parlamento paraguayo para lograr el ingreso de Venezuela.

En tercer lugar, ha dejado de ser una unión aduanera desde diciembre del año pasado cuando dejó de existir el arancel externo común al admitirse las excepciones propuestas por Argentina.

Entonces, si dejó de ser una unión aduanera, nunca fue una zona de libre comercio, se superpone a otros proyectos regionales, no logró un solo acuerdo comercial importante con otras zonas del mundo, ¿qué debemos hacer?

El rumbo que han tomado Brasil y Argentina en los últimos meses hacia el proteccionismo complica aún más las cosas. Brasil busca campear la compleja economía internacional con medidas de defensa de su mercado interno más o menos sofisticadas. Argentina en cambio, como en otras áreas, recurre a mecanismos de control directo por parte del gobierno. Amén del aumento del arancel para algunos productos, a partir del 1° de febrero será necesario para cada importación realizar una declaración jurada en la AFIP que tendrá el poder de autorizarla o rechazarla.

Conociendo los antecedentes del "corralito del dólar" instalado recientemente, es razonable esperar que un porcentaje alto de los permisos para importar va a ser rechazado y en los hechos lo que tendremos será la reinstalación de los viejos contralores de importaciones y exportaciones que caracterizaron nuestras economías a mediados del siglo XX, con la natural consecuencia del estancamiento económico.

Este es un caso paradigmático para los defensores de la idea de que la historia se repite. Se comienza por el control de cambios; cuando se ve que con eso no alcanza directamente se controla el comercio exterior. La diferencia con la época en que la teoría de la sustitución de importaciones fue defendida con inocencia es que hoy sabemos perfectamente que conduce al desastre.

Uno de los pocos puntos de acuerdo entre los economistas es que el proteccionismo es negativo para cualquier país y para la economía global en su conjunto. La teoría económica es contundente y la evidencia empírica confirma una clara correlación positiva entre las tasas de crecimiento de un país y su apertura. Sin ir más lejos, lo demuestra el Índice de Libertad Económica de la Heritage Foundation 2012, dado a conocer la semana pasada.

Por lo tanto, hace bien el gobierno uruguayo en no utilizar la potestad de aumentar el arancel externo común, debe pragmáticamente seguir dentro del bloque por las empresas que se benefician a pesar de todas las trabas existentes y las que vendrán, pero también tiene que empezar a cortarse solo en la búsqueda de acuerdos comerciales con otros países. Si Argentina y Brasil protestan, mala suerte, nosotros no podemos ser los únicos que respetan a rajatabla un tratado cuyo cumplimiento reclamamos sin éxito cientos de veces.

El rumbo de Argentina

y Brasil hacia el proteccionismo, complica

aún más las cosas.

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