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Jugar en el mundial

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Luego de más de cinco años de negociaciones para limar asperezas en temas siempre delicados como las cuotas agrícolas, las leyes de propiedad intelectual y los plazos de patentes farmacéuticas, se acaba de firmar en Auckland el Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP, por su sigla en inglés). De ahora en más, EE.UU., Canadá, Japón, Australia, Nueva Zelanda, México, Chile, Perú, Singapur, Malasia, Vietnam y Brunei -economías que representan el 40% de la producción mundial- deberán iniciar los procesos internos para ratificar el acuerdo, en un plazo no mayor a dos años.

Luego de más de cinco años de negociaciones para limar asperezas en temas siempre delicados como las cuotas agrícolas, las leyes de propiedad intelectual y los plazos de patentes farmacéuticas, se acaba de firmar en Auckland el Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP, por su sigla en inglés). De ahora en más, EE.UU., Canadá, Japón, Australia, Nueva Zelanda, México, Chile, Perú, Singapur, Malasia, Vietnam y Brunei -economías que representan el 40% de la producción mundial- deberán iniciar los procesos internos para ratificar el acuerdo, en un plazo no mayor a dos años.

Se dice que con el TPP los doce socios serían como una gran fábrica porque permite la “acumulación de origen”. Lo que se produce en alguno de sus miembros y es exportado a otro será considerado como si fuera producido en el segundo. En otras palabras, el acuerdo permitiría a países productores de insumos -que muchas veces son servicios- beneficiarse de los tratados de libre comercio ya firmados por el resto de los socios.

En gran medida, el documento firmado incorpora avances ante las críticas usuales que surgen de este tipo de acuerdos. Bajo el liderazgo de Australia, Chile y Perú se logró fijar en cinco años la protección a la industria farmacéutica de los genéricos, cuando EE.UU. presionaba para que fueran doce; lo que reduce las restricciones al acceso a medicamentos. A su vez, se introdujeron mecanismos para proteger a los países con políticas sanitarias que afectan los intereses de las tabacaleras. También quedaron establecidas cláusulas para proteger a los trabajadores y evitar lo que se conoce como “dumping social”. Así se fijaron estándares de la OIT que aseguran que los países miembros no puedan aumentar sus exportaciones a costas de la legislación laboral. Con el medio ambiente también se tuvo cuidado y se limitaron de forma explícita la deforestación y la sobrepesca.

Por casa, no faltan, ni faltarán, los que le encuentren la quinta pata al gato. Algo que siempre es posible porque el TPP no está hecho a la medida de nosotros, ni de nadie. Se dice que el formato del TPP fomenta que aquellos que cumplen el papel de proveedores más baratos se perpetúen en ese rol, con el riesgo de congelar a los países en el eslabón de la cadena productiva en el que se encuentran, inhibiendo así cambios en su estructura económica. ¿Será esto tan relevante? ¿No será más restrictiva la falta de capital humano adecuado para producir productos más complejos y avanzar en la cadena productiva?

En general, el factor común de las preocupaciones surge de una suerte de temor a la competencia. Y están en línea con los argumentos utilizados para torcer la pulseada interna que nos llevó a retirarnos de la negociación del TISA. El TPP pone especial énfasis en la liberación del comercio de servicios, por lo tanto en algún sentido lo incluye. Los ejemplos son ilustrativos. Se temía que si Uruguay entraba en el TISA no iba a poder regular los mercados que se desarrollarían en el futuro con la llegada de nuevas tecnologías. También se argumentaba como negativo que con el TISA no se iban a poder implementar nuevas regulaciones en el sistema financiero, como por ejemplo imponer controles a los ingresos de capitales del exterior. Hasta se decía que como el TISA les abría a los médicos la posibilidad de trabajar en el exterior, dejarían el sistema local con carencia de servicios.

Ahora desde la presidencia pro tempore del Mercosur, Uruguay busca mayor flexibilidad para impulsar la liberalización del comercio, y no solo con la Unión Europea. Ahora se terminó la excusa de que para abrir el Mercosur el obstáculo insalvable es Argentina. A pesar de ello, en la cocina del Mercosur se considera utópico llegar un acuerdo conjunto para ingresar como bloque al TPP. También es muy difícil imaginarse que Uruguay se anime a lanzarse por cuenta propia.

La realidad es que acuerdos como el TPP generarían un nuevo atractivo para que las empresas extranjeras inviertan en Uruguay. Tengamos siempre presente que en la última década la inversión en nuestro país fue el motor del crecimiento y fue financiada en gran parte con ingresos de capitales del exterior, que alcanzaron registros jamás vistos. Estas inversiones explican hoy más del 60% del total de las exportaciones del Uruguay de las cuales solo el 25% tienen como destino el Mercosur. El resto de las exportaciones están sujetas a elevadas tarifas. Menores tarifas no solo facilitarían la llegada de inversión extranjera, sino que mejorarían la competitividad de las empresas ya instaladas para disponer de materia prima y maquinarias a menores costos. Mientras que las empresas instaladas en Chile tienen acceso libre de impuestos a países que representan casi el 90% del ingreso mundial, las empresas instaladas en el Mercosur tienen acceso a países que apenas llegan al 10%.

Más allá de las críticas internas que enfrenta -las mismas que oímos por acá- la presidenta Bachelet defiende con uñas y dientes el ingreso de Chile al TPP. Por varias razones: “Primero que nada es un tipo de alianza y acuerdo de negocios que va en la dirección correcta. En segundo lugar, porque nos permitirá poner estándares más altos, que nosotros podamos ser parte de los países que pueden asegurar niveles más elevados y dar más oportunidades. Y en tercer lugar nos permitirá mejorar los acuerdos de comercio que ya tenemos con los otros países”. El presidente de Perú, Humala, fue bien concreto: “Con el TPP se incrementarán las oportunidades para que las pymes participen activamente de los beneficios del comercio internacional”.

Escuchamos con esperanza la posición de nuestro presidente en la última cumbre del Mercosur: “Muchas otras cosas están pasando en el mundo que nos afectan y no esperan por nosotros. Para no ser víctimas del futuro hay que ser protagonistas del presente”. Pero internamente tenemos mucho por resolver. Todos tenemos nuestros reparos de las prácticas con las que opera la FIFA, pero nadie quiere quedar afuera de un mundial. Si hablamos de inserción internacional, hoy jugar el mundial es estar en el TPP.

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Ignacio Munyo

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