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Lo bueno, lo malo y lo feo

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Álvaro Casal

Hay una "intelligentsia" a la cual desesperan cosas como la liberación de Ingrid Betancourt y otros rehenes. Cada vez que quedan en evidencia actos bárbaros cometidos en nombre del marxismo y el comunismo, se ensimisman y carburan en forma intensa cómo contrarrestar el nuevo traspié de su corriente ideológica.

Es así que surgen intentos de desprestigiar la hazaña. Por ejemplo, sembrando dudas sobre la acción que incruentamente logró liberar a rehenes indebidamente retenidos. Enlodan para que los miembros de las FARC, que entre otras cosas mantienen secuestrados cientos de niños, no queden tan mal parados. Surgen sugerencias de que estos guerrilleros fueron engañados por fuerzas siniestras. Surgen voces que dicen que hay un revés de la trama. Ese revés, para unos puede ser el decir que en realidad fue pagado rescate (como si fuera algo horrible). O bien puede ser un tema de cosmética: la señora Betancourt no lo habría pasado tan mal ya que luego de liberada se mostró locuaz, sonriente, y tal vez hasta con coloración artificial en sus cabellos.

Esta técnica viene de lejos. Cuando en la década del treinta el periodista inglés Malcolm Muggeridge fue designado corresponsal en Moscú, aún era comunista. Fue entonces que escuchó rumores de que la gente moría de hambre en Ucrania y sin permiso oficial, viajó a esa región y comprobó el horror. No sólo eso: publicó la verdad sobre la hambruna. De inmediato apareció, de manera muy conveniente, un cronista norteamericano que dijo que Muggeridge había falsificado la historia. El inglés se fue de Rusia y se convirtió al catolicismo.

Después vinieron los tiempos en que gracias a héroes como Solzhenitsyn quedó revelada la barbarie de la Unión Soviética. Esos héroes fueron declarados traidores. Fueron torturados, perseguidos. Hasta que no se pudo disimular más y entonces los mandamás admitieron que sí, que había habido "excesos" pero que eran atribuibles a Stalin y su camarilla. A los demás, no. Hasta que vino la caída del muro de Berlín.

Luego de eso sobrevivieron islotes: gobiernos o grupos de poder con pensamiento marxista-leninista. Uno en Bielorrusia, otro en el Caribe… Hace pocos días fue preso en Cuba un nuevo lote de disidentes. Otro en la selva colombiana, donde un hato de marxistas sueña con establecer "su" dictadura aunque para ello se aplique a secuestrar y cobrar rescates. Algo parecido a lo que hicieron otros señores, hace más de treinta años en nuestro país.

En Uruguay alteran la historia y quieren hacernos creer que luchaban contra una dictadura y que mataban sólo a gente mala. Con relación a las FARC estamos muy cerca de eso. Sólo falta que los "cerebros" tengan el tiempo necesario para elaborar nuevas justificaciones que muestren corrupción en la democracia.

Por estos días se cumplen 60 años de la publicación del libro "1984" de George Orwell. En esa obra maestra el creador de "Gran Hermano" daba una visión escalofriante y realista respecto de adónde llevaba el totalitarismo marxista. Y los comunistas se ocuparon de decir, como lo hizo Palmiro Togliatti, que Orwell era un mero "policía colonial". Estamos a tiempo para que nos ilustren sobre Ingrid Betancourt: ¿en qué querrán convertirla? ¿en agente secreto de los Estados Unidos?

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