Publicidad

Navidad, cosa de locos

Compartir esta noticia

IGNACIO DE POSADAS

Una consideración estrictamente racional de la Navidad (peor aún, de la Semana Santa), no puede llevar a otra conclusión que ésa.

Que Dios quiera manifestarse a los hombres, vaya y pase, pero en ese caso, lo lógico es que lo haga "a lo Dios". Por eso no era tan difícil para los antiguos (y no tan antiguos) verlo en lo todopoderoso: el trueno, la inmensidad de un cielo estrellado, el Sol o la Luna, colgados de la nada. Cualquiera de esas expresiones tiene majestad, lo que les da sentido, cierta lógica.

Pero un niño, pobretón, hijo de desconocidos, en un lugar perdido del mundo y a quien sólo dan bola algunos pastores, última borra en el vaso social… Absurdo. Y, además, ¿para qué? ¿Para vivir treinta años en el anonimato, tres caminando de un lado para otro y enseguida la vejación, la humillación, la soledad y una muerte cruel e ignominiosa?

Si eso no es locura…

Ahora bien, esa misma razón del ser humano, razón que rechaza lo que no puede entender, al hacerlo nos lleva inevitablemente a otra locura: si Dios no existe, ¿qué sentido tengo yo? No sé de dónde vengo pero, mucho peor aún, para qué estoy aquí. ¿Adónde voy? ¿Voy?

Es curioso ver como los que no creen suelen ser los más preocupados por tratar de perdurar en la memoria de los otros, con monumentos, nombres de calles, plazas y demás. ¿Para qué, si creen que al morir se apagarán eternamente?

Cosas de locos.

¿Entonces, todo es locura, todo es irracional?

Bueno, hay locuras y locuras. Hay locuras que son irracionales y otras que simplemente son incomprensibles. Lo cual es muy distinto.

Belén y el Gólgota son una locura, ("necedad" la llama San Pablo en su carta a los Corintios), pero una locura de amor.

Vivir linealmente para morir es una locura estéril, desierta, reseca.

Ahí está la gran diferencia entre las dos locuras que el Hombre tiene para elegir.

El disparate inasible de un Dios que se revela creador como Padre y por Padre lleva su amor a un extremo inaudito: salvar a sus hijos por medio del perdón, obtenido por el Primero de todos ellos, entregado libremente para borrar toda culpa.

Es una locura. Pero es la única locura que da sentido a cada una de nuestras vidas. La única que inspira amor.

Siendo así que Dios es amor, nadie llegará a Él por el camino de un mero o puro razonamiento, pero ese camino de la mente, seguido con valentía y con honestidad intelectual, nos lleva inevitablemente a la horqueta: ¿qué locura elegiremos? Porque no hay caminos intermedios.

O la locura de la Navidad.

O el absurdo de una vida para morir.

¡Feliz Navidad!

¿Encontraste un error?

Reportar

Te puede interesar

Publicidad

Publicidad