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Ser blanco

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Ignacio De Posadas
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Qué poco se oye hablar de esto! Sobre todo entre los Blancos. Incluyendo a los dirigentes.

Qué poco se oye hablar de esto! Sobre todo entre los Blancos. Incluyendo a los dirigentes.

A la vez, ¡qué sintomática y reveladora la reacción de la gente que vio la película sobre Wilson! Impactó. En parte por el enorme atractivo carismático del personaje, magnificado por la tragedia de una vocación injustamente tronchada, pero en parte también por el magnetismo de la impronta Blanca, que permea toda la película. Más de uno me comentó: "cuando salí, me hubiera gustado ser Blanco".

¿Qué otro partido —en el mundo— hubiera sido capaz de protagonizar una aventura como la del Ciudad de Mar del Plata? Yo la viví: ¿puede haber algo más Blanco que eso?

Un barco rebosante de gente, en su mayoría jóvenes, navegando por el Río de la Plata, escoltados por navíos de guerra, con su líder perseguido que volvía a la Patria para despedir a la dictadura.

Creo que es del Dr. Luis Alberto de Herrera aquella frase: "¡Qué lindo es ser Blanco!"

¿Pero por qué no se habla hoy de eso, de ser Blanco? ¿Por qué los propios Blancos no hablan de eso?

¿Por temor a quedar mal? ¿Es que ya no se aprecia? ¿Acaso creemos que los tiempos han cambiado y que con el famoso postmodernismo todo eso debe quedar en el pasado, arrumbado?

¿O será que ya no sabemos qué es ser Blanco? Que lo perdimos en algún momento (o, peor, lo escondimos) y terminamos por olvidarlo?

El presidente Lacalle solía distinguir el ser Blanco de ser Nacionalista y se inclinaba por esto último: Saravia versus Oribe. Algo así.

Son distinguibles, no hay duda. Pero no contrapuestos y menos excluyentes.

Oribe fue la defensa de la Nación ante quienes amenazaban sus raíces, todavía insuficientemente profundas. Saravia la defensa de la Democracia y de la sociedad civil frente al gobierno mandón y a su aparato estatal.

Dos vetas de un solo monumento de granito. Porque, en el fondo, es una misma actitud frente al avasallamiento a la libertad.

A esa compatibilidad sustancial se le suman matices diferenciales de expresión y sentimiento: ser Blanco es ser rebelde, quijotesco, generoso. Además de enamorado de la nación (y receloso del estado).

Dos líderes singulares encarnaron de forma muy especial, en el siglo pasado, la síntesis de esas vetas, lo que los hizo particularmente atractivos y relevantes: primero Luis Alberto de Herrera, estadista y caudillo, Blanco y Nacionalista. Luego Wilson, quien viniendo de la otra vertiente del Nacionalismo, el Independiente, comprendió cabalmente el valor del pensamiento herrerista y de las raíces emotivas del Partido.

Partido Blanco y Partido Nacional, dos caras de una misma moneda. Aquella sonrisa de Wilson, su verdadera "marca de fábrica", era una invitación, patente y constante, a embarcarse en una aventura cívica pero, además, a hacerlo con todo, a fondo y también con entusiasmo y alegría.

¿Acaso se dejará perder todo eso?

¿Acaso hay motivos para ser vergonzante de la mística Blanca, de sus tradiciones, su folklore, sus banderas?

¿No será exactamente al revés?

¿No será que en estos tiempos chatones, donde campea la pérdida de valores y sólo se escucha reclamar por derechos, (presuntos, en su mayoría), precisamente lo que el Uruguay necesita es una buena dosis de Blanquismo? "Dignidad arriba y regocijo abajo".

No por creernos mejores o superiores. Porque no se trata de nosotros, como nosotros: se trata de nosotros como depositarios, como custodios, como responsables.

No es que los Blancos seamos más que naides. Es que tenemos la obligación de ser Blancos. Privilegio, claro que sí. Pero no ganado: recibido y no para disfrute personal.

Quienes asumieron la responsabilidad de ser Blancos en los tiempos heroicos de las revoluciones (contra los gobiernos "sublevados"), se llamaban a sí mismos y entre ellos, Servidores.

De eso se trata.

Deberíamos añorar y proponer tiempos heroicos. Sin tener miedo de hacerlo. Tiempos de compromisos más que de promesas. De deberes más que de reclamos.

De lo duro, cuando la realidad es dura y vaya que la que viene lo será.

Voten a quien quieran. ¡Pero seamos más Blancos!

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