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No basta con hablar

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Habla todo el tiempo. Sin parar. En audiciones de radio regulares y periódicas, en cuanto acto, inauguración, feria y velorio al que lo invitan (y no deja pasar mucha invitación), a la prensa extranjera, con la que está disfrutando un extraordinario idilio…. Record absoluto. Ningún Presidente uruguayo ha hablado tanto como José Mujica (y los ha habido bastante locuaces!)

Habla todo el tiempo. Sin parar. En audiciones de radio regulares y periódicas, en cuanto acto, inauguración, feria y velorio al que lo invitan (y no deja pasar mucha invitación), a la prensa extranjera, con la que está disfrutando un extraordinario idilio…. Record absoluto. Ningún Presidente uruguayo ha hablado tanto como José Mujica (y los ha habido bastante locuaces!)

Pero no sólo en eso se distingue el Sr. Mujica de sus antecesores. También el contenido y el estilo de sus múltiples intervenciones discursivas son novedosos. Para un presidente, me refiero. Sus exposiciones son verdaderamente particulares: comentarios muy generales, con tintes filosóficos,-docentes, generalmente muy dispersos e inconexos (cuando no contradictorios), que desembocan en un concluyente y esclarecedor, “ta”, todo ambientado por un tono que hace esperar sabiduría profunda. Aun cuando está afirmando lo opuesto de lo planteado poco tiempo atrás con igual intensidad sapiencial, (la policía y el football es, apenas, el ejemplo más fresco).

De hecho, su actividad verbal, casi siempre fuera del lugar de trabajo, es prácticamente lo único que se le ve y lo que ha marcado su presidencia. No se conoce que haga otras cosas propias de un jefe de gobierno, como por ejemplo los acuerdos ministeriales. Es curioso, pero parece que la gente no se pregunta cómo es que funciona un gobierno en el que el presidente no mantiene reuniones de trabajo en forma regular y frecuente con sus colaboradores más gravitantes. ¿Cómo se arma la agenda, los equipos, el seguimiento, las evaluaciones…? Desde hace muchas décadas, el gobierno de nuestro país, siguiendo una práctica universal, tenía establecido un sistema de trabajo por el cual el presidente “despachaba” (así era el verbo clásico) con cada uno de sus Ministros, casi siempre en presencia del Secretario de la Presidencia, a veces también con el Director de OPP, al menos una vez por semana y en días y horas fijos. Era la oportunidad para el Presidente de “medirle el aceite” al Ministro sobre los temas de su cartera, de preguntarle por la realidad del país en lo referido a su ámbito de competencia y de analizar posibles ideas e iniciativas, nacidas de uno u otro. También era un momento de gran importancia para el Ministro, al tener la atención del Presidente sobre los temas que hacían a las responsabilidades de aquél. Pero el sistema era, además, un requisito necesario, mandado por la Constitución.

Quizás no es de conocimiento público o quizás ya se ha olvidado, pero nuestra Constitución no otorga el ejercicio del Poder Ejecutivo a la persona del Presidente sino a la actuación conjunta de éste”… con el Ministro o Ministros respectivos o con el Consejo de Ministros… “, (art. 149 y 168)

Ya Vázquez había eliminado los acuerdos Ministeriales, ahora Mujica casi ni siquiera reúne al Consejo de Ministros y cuando lo hace, son sesiones más de deliberación política, onda comité, que de cuerpo ejecutante. Con lo cual no sólo perdimos un funcionamiento ordenado y eficiente del Poder Ejecutivo, sino que se incumple con la Constitución, cayendo incluso en prácticas muy riesgosas, como la de los “acuerdos fictos”, que no son ni más ni menos que mandar los decretos y resoluciones por camioneta, con un funcionario encargado de levantar las firmas del Presidente y de Ministros, quienes muchas veces no han leído una línea de lo que están firmado.

Probablemente sea una de las causas que explican la pésima calidad técnica de las normas emitidas o aprobadas en este período. Porque, más allá de analizar la ideología de los contenidos, jamás ha experimentado el país un número tan alto y persistente de errores técnicos, jurídicos y no jurídicos, en su normativa. El ejemplo más reciente es la ley del Sunca, pero ya se anuncia que será desplazado de la tabla por el proyecto Gran Hermano, llamado de “inclusión financiera”, (inclusión, se entiende, en la base de datos de la DGI).

Al tiempo que el presidente se solaza hablando, el país va abandonando valores importantes, cuando no básicos.

Estamos perdiendo valores institucionales fundamentales, como el respeto por la constitución y por la ley (“no importa si la ley es inconstitucional, votala igual que después la corregimos”), como el respeto por la autoridad (policial, judicial, liceal, empresarial…), o por la libertad, la propiedad, la intimidad y tantos otros derechos básicos., en paralelo con el decaecimiento de valores morales, personales y familiares, no menos elementales. Tal parece que su prédica, labor en la que el Presidente ha empleado casi todo su tiempo y energías, no produce mayores resultados.

Ciertamente que no ha sido el Sr. Mujica quien empujó el chancho en la bajada. Pero viene agarrando cada vez más velocidad sin que el gobierno atine a atajarlo.

Si a Mao lo llamaban el Gran Timonel, me temo que nuestro Presidente pasará a ser recordado como el Gran Comentarista.

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Ignacio De Posadas

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