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¿Y ahora qué?

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Las declaraciones formuladas por el señor Presidente de la República luego del encuentro mantenido con el presidente Kirchner tuvieron efecto devastador. En un gesto que desconcertó tanto a la opinión pública como a la oposición y al mismo Frente Amplio, se explicitó la voluntad de ceder a las presiones patoteriles de la República Argentina.

En realidad, la desafortunada actuación de nuestro Presidente es la expresión acabada de la pésima forma en que se manejó el conflicto.

Amateurismo, improvisación, conductas erráticas son algunos de los calificativos que permiten caracterizar el desempeño del Gobierno. Pero, la gota que desbordó el vaso fueron las contradicciones del presidente Vázquez quien, pocas horas después de reafirmar que nuestro país no cedería a las presiones argentinas, acordó todo lo contrario. En efecto, el fruto de la conversación mantenida con su par argentino fue el anuncio de que se suspendería la construcción de las papeleras a cambio del levantamiento de los piquetes. En buen romance, Uruguay cedió ante los piqueteros.

Aunque el propio presidente Vázquez y voceros del Gobierno se apresuraron a desmentir el penoso acuerdo, el mismo existió y no es un episodio menor ya que constituye un cambio copernicano en lo que había sido hasta ahora una constante de la la política exterior uruguaya.

Nuestro país, desde siempre, ha creído que las relaciones entre los estados deben desarrollarse en el marco el Derecho Internacional, y así había sucedido hasta ahora, cuando se abandonan las posiciones y los principios jurídicos cediendo al chantaje de la República Argentina.

Las consecuencias pueden llegar a ser terribles. Alcanza con suponer la imagen que transmitimos hacia el exterior donde nos verán entremezclados con estados en los cuales el respeto de la ley es algo anecdótico.

Un inversor pensará dos veces antes de venir a un país que cede a la presión de unos cientos de personas, muchas de las cuales tienen un legítimo interés en el tema, y otras que son alentadas por intereses que no tienen nada de legítimos y sí mucho de oscuros.

La improvisación del Gobierno es tal, que desapareció la Cancillería, siendo sustituida por el Presidente de la República y por su Secretario.. Esto obedece a la incompetencia puesta de manifiesto por el señor Canciller, quien se rodeó de un equipo de "confianza política" e hizo lado a los profesionales de la diplomacia.

Marchas y contramarchas, dichos y desmentidos, jalonan el conflicto. No se ha sabido delinear una posición y sostenerla adecuadamente. Se dinamitó el frente interno que respaldaba al Presidente, dando otra vez marcha atrás y descartando la posibilidad de fijar una política exterior de Estado.

Entreguismo y decepción serían los adjetivos que mejor reflejan nuestros sentimientos para con el Gobierno. Hay que ir muy atrás en el tiempo para hallar un parangón. En esa búsqueda lo primero que nos viene a la mente es el tristemente célebre "Tratado de la farola": Uruguay cediendo a la fuerza y a la prepotencia de un vecino.

Mañana capaz que a la Argentina se le ocurrirá organizar dos nuevos piquetes, uno en Concordia y otro en el Puerto de Buenos Aires para que los argentinos no hagan turismo en el Uruguay. ¿Qué actitud asumirá el Gobierno? ¿Cederá otra vez?

Lamentablemente ingresamos en un camino muy complicado, porque lo que Uruguay pierde es el prestigio internacional de nación seria y respetuosa del Derecho Internacional. Reconstituir la confianza perdida no será cuestión ni fácil ni inmediata. Lo aterrador es que lo que pasó no fue un hecho aislado, ni una gafe del Gobierno. Se trata de actitudes que, por repetidas, se fueron haciendo costumbre. Entonces lo del título: ¿Y ahora qué?

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