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Contra viento y marea

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La estrategia oficial de simplificar el análisis hasta al absurdo para “tranquilizar” a la opinión pública, ante tantas advertencias y críticas que les llegan desde muy diversos sectores de la sociedad al proyecto que plantea realizar la empresa Aratirí, constituye una clara subestimación de la opinión pública.

La estrategia oficial de simplificar el análisis hasta al absurdo para “tranquilizar” a la opinión pública, ante tantas advertencias y críticas que les llegan desde muy diversos sectores de la sociedad al proyecto que plantea realizar la empresa Aratirí, constituye una clara subestimación de la opinión pública.

No se puede decir que se firmará un contrato que no generará obligaciones, porque justamente de eso se trata cuando se firman acuerdos entre las partes para desarrollar determinadas actividades. O manifestar que el país no gana nada en conocer sus términos. ¡Insólito!

También se ha repetido en declaraciones públicas que sería una torpeza desaprovecha la explotación del hierro de Valentines y Cerro Chato, sin detenerse a analizar detenida y cuidadosamente los alcances específicos de éste proyecto en particular. Para eso están los estudios de impacto ambiental, la intervención técnica de la Dirección Nacional de Medio Ambiente (Dinama), las asambleas públicas y otras instancias democráticas que ayudan a darle transparencia y confiabilidad a los grandes emprendimientos.

La decisión política está tomada desde hace mucho tiempo, con voceros de máximo peso como el propio Presidente de la República, sin importar qué tiene para decir la Dinama.

Desde el punto de vista ambiental existe un alto riesgo de contaminación muy peligrosa y permanente en toda la zona.

La explotación producirá grandes cráteres con las consiguientes pilas de desmonte (acumulación de toda la roca extraída, molida y colocada como desecho de la actividad —llamada estériles aunque a pesar del nombre asignado, no son componentes inertes).

También se construirán embalses de relaves, en los cuales se acumularán los otros desechos o subproductos de la actividad minera (mezcla de agua, tierra, minerales y roca) con el fin de que los sólidos vayan lentamente decantando. Su finalidad es controlar la contaminación del suelo y del agua, algo que no es nada fácil conseguir, porque depende de la calidad y el esmero con que se hayan construido, el mantenimiento que reciban, incluso muchos años después de cerradas las minas.

La roca que se molerá para extraerle el hierro contiene naturalmente metales pesados peligrosos para la salud humana y ambiental, que quedarán expuestos. Al mismo tiempo se alterará el pH del agua por la liberación de sustancias que antes estaban bien enterradas en el subsuelo. El proceso de tránsito de metales pesados y de alteración del agua será lento, persistente y muy duradero.

No olvidemos que toda la zona registra un buen régimen anual de lluvias que afectará la estructura de los embalses, escurrirá los escombros de las pilas de desmonte (lixiviados) comprometiendo la calidad de las aguas superficiales y subterráneas de una amplia zona, debido a la dinámica natural del agua. Esta es una realidad indiscutible de estas actividades extractivas a cielo abierto y será un pasivo ambiental al que habrá que acostumbrarse a lidiar con él.

Ante tantas amenazas e incertidumbres, parece lógico reflexionar que si los gobernantes de turno tuvieran responsabilidades patrimoniales cada vez que tomen decisiones equivocadas que ocasionen grandes perjuicios a la sociedad, seguramente no priorizarían lo político a lo jurídico.

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Hernán Sorhuet Gelós

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