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Proteger a Centurión

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Hernán Sorhuet Gelós
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Vivimos en un país muy singular. Desde el punto de vista de su geomorfología y diversidad biológica se podría decir, de manera en extremo simplificada, que nuestro territorio nacional es una vasta planicie beneficiada por una extendida red fluvial.

Disponemos de una valiosa riqueza de fauna y flora, aunque para personas desprevenidas podría considerarse devaluada frente a las exuberantes selvas tropicales de los países vecinos.

Por razones que en este momento no vienen al caso, siempre hemos minimizado su valor hasta el punto de permitir un profundo desconocimiento general de cuáles son las especies de plantas y animales que forman parte de nuestro acervo biológico original, como si no valiera la pena perder el tiempo en ello.

Grave error. Debería ser un asunto de legítimo orgullo nacional, como lo son otros. Pero difícilmente se puede valorar y respetar aquello que casi no se conoce.

En forma muy tardía nuestro país creó el Sistema Nacional de Áreas Protegidas, estrategia básica de cualquier nación evolucionada para conservar sus mejores tesoros en materia de ecosistemas, especies y genes. Y aunque con esta primera concreción no se asegura detener la depredación y el deterioro, es un escalón esencial, un punto de partida que debe ser complementado con eficaces políticas y acciones permanentes en el tiempo, para asegurar el cumplimiento de sus objetivos generales y particulares.

Muchas valiosas áreas ya integran el Sistema a lo largo y ancho del país. Pero hay otras que siguen esperando, inexplicablemente, para contar con esa mínima protección jurídica e institucional.

Nos referimos por ejemplo a Paso Centurión, en la frontera noreste del departamento de Cerro Largo.

Por fortuna esta singular zona se ha mantenido en buenas condiciones de conservación, en tiempos donde el avance de la producción cada vez más tecnificada, es capaz de introducir profundas e irreversibles modificaciones a ecosistemas que aún sobreviven con valores extraordinarios en materia de biodiversidad.

Son unas 66 mil hectáreas de montes ribereños, quebradas serranas, ríos, arroyos y cañadas, cerros y praderas muy singulares, debido a que en realidad se trata de una incursión en nuestro territorio del paisaje original del bosque atlántico costero brasileño, caracterizado por su riqueza de especies, y también por ser uno de los biomasa más amenazados del continente.

Allí viven especies únicas para el país y otras que casi han desaparecido.

La sociedad civil local ha tomado consciencia de ello y está decidida a lograr que Centurión sea declarado Paisaje Protegido, categoría que permite armonizar protección ambiental con actividades productivas tradicionales —como la ganadería— y con turismo "verde", lo cual de conseguirse revitalizaría la zona sobre la base de su uso sustentable.

Hasta ahora solo cuenta con la muy frágil protección de haber sido declarada Reserva Departamental por parte de la Intendencia de Cerro Largo.

Esta unidad considerada la más rica del país en especies nativas —y que seguramente guarda más sorpresas— merece que su destino proteccionista se defina a la brevedad, caracterizado por un gran involucramiento de la comunidad local.

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