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Educación y cambio climático

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Aunque desde hace tiempo las decisiones gubernamentales no demuestran un compromiso real con lograr la actualización del sistema educativo público, las exigencias de los tiempos actuales obligan a insistir en ello.

Aunque desde hace tiempo las decisiones gubernamentales no demuestran un compromiso real con lograr la actualización del sistema educativo público, las exigencias de los tiempos actuales obligan a insistir en ello.

El reto es formidable, considerando el notorio retraso que todas las mediciones y evaluaciones confirman en el nivel educativo general de nuestros estudiantes.

Mientras tanto se cierne sobre la sociedad un problema de magnitud planetaria, que demanda una atención especial. Nos referimos al cambio climático o mejor dicho, al cambio global que está sacudiendo cimientos fundamentales de la vida de las comunidades con diferente intensidad, como son por ejemplo la salud, la seguridad, la producción, la economía, la alimentación y el trabajo.

Necesitamos de una nueva educación para toda la población que nos prepare, lo más rápido posible, para transformarnos en una especie que se decida a usar su inteligencia y el sentido común frente a las nuevas condiciones ambientales, provocadas por nosotros mismos.

En tal contexto uno de los actores claves para lograrlo son los docentes que, como es lógico esperar ante cambios tan desafiantes, no saben qué papel deben jugar ante el comportamiento climático y la búsqueda del desarrollo sostenible.

¿Cómo pueden apropiarse de estos temas tan complejos y novedosos? ¿De qué manera incorporarlo a la tarea curricular, y también hacia la comunidad educativa?

El primer gran desafío lo plantea la naturaleza planetaria del cambio climático, porque echa por tierra la consideración parcial de la realidad que siempre ha practicado el ser humano y los grupos organizados.

No significa que la identidad local no sirva sino que el cambio climático nos impone la lógica de la responsabilidad universal y compartida -aunque diferenciada- y con ello, llegar al concepto de ciudadanía planetaria, ubicada en el horizonte próximo como el estado de madurez que nuestra especie deberá experimentar, para asegurarse un futuro más justo, equilibrado y sustentable.

Parte esencial a la adaptación al cambio climático es conseguir la respuesta social adecuada, producto de una ciudadanía crítica, libre e informada, que sea capaz de cumplir voluntariamente con sus deberes, pero también de exigir sus derechos con firmeza y convicción (empoderamiento y gobernanza).

El cuerpo docente de todos los niveles necesita información pertinente, pero también valores y conocer prácticas existentes vinculadas a estos temas que sirvan de valiosas experiencias.

Días atrás, Unesco y la Carta de la Tierra realizaron con singular éxito en San José de Costa Rica, una reunión de expertos en educación sobre cambio climático y desarrollo sostenible en América Latina y el Caribe.

Quedó claro en ella que la realidad impone las reglas. Ante el cambio climático debemos coevolucionar porque la transformación planetaria actual es irreversible. Los elementos naturales se hacen sentir, sin importar lo que las personas discutan en conferencias o estampen en acuerdos; por lo tanto la adaptación es un mandato prioritario que encuentra en la educación permanente su principal aliado.

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Hernán Sorhuet Gelós

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