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Cuando el voto derrotó al gobierno

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En pocos meses más se cumplirán cien años de un hito clave en la historia de las instituciones nacionales. El 30 de julio de 1916 se realizaba la elección para integrar la Convención Nacional Constituyente con el objeto de proyectar la reforma de la Constitución de 1830.

En pocos meses más se cumplirán cien años de un hito clave en la historia de las instituciones nacionales. El 30 de julio de 1916 se realizaba la elección para integrar la Convención Nacional Constituyente con el objeto de proyectar la reforma de la Constitución de 1830.

El proceso que culminará con la nueva Constitución comienza en 1907. Más tarde, en 1912, se aprueba la ley que modificó el procedimiento de reforma constitucional vigente, innovando con la creación de una Convención Nacional Constituyente con el cometido de proponer las reformas a ser plebiscitadas.

Estos hechos se van sucediendo en un clima político caracterizado por duros enfrentamientos. A los problemas motivados por la permanente exclusión del nacionalismo se sumaron los causados por la presentación del proyecto colegialista que hiciera Batlle y Ordóñez en 1913. La sociedad se divide profundamente entre colegialistas y anticolegialistas, no escapando el Partido Colorado a tal circunstancia, con el resultado de profundas divisiones internas. En el nacionalismo, por su parte, no había mucho ánimo para la reforma, por entender que esta terminaría por consolidar el exclusivismo colorado.

Llegados a 1915, Batlle, que había entregado el poder a Feliciano Viera y se aprestaba a dar batalla por el colegiado, terminó aceptando que la elección de la Convención Nacional Constituyente estuviera rodeada, por primera vez, de todas las garantías electorales: inscripción previa, voto universal masculino y representación proporcional de las minorías.

El Partido Nacional, en manifiesto redactado por Alfredo García Morales y Leonel Aguirre, denunció “al poder elector entregado al más descarado abuso de los poderes del Estado”, pero exhortó a votar para “no desertar del campo de la lucha”.

Finalmente, el 30 de julio las urnas dictaminaron un triunfo arrollador de las fuerzas anticolegialistas. El Partido Nacional logra 68.079 votos, los colorados colegialistas 60.420, los colorados anticolegialistas 14.548, y el socialismo y la Unión Cívica 2.001 y 1.590 respectivamente; prevaleciendo ampliamente las fuerzas anticolegialistas.

La conmoción que generaron estos resultados fue enorme. No se terminaba de entender cómo, disponiendo de la suma del poder, el oficialismo había sido vencido. El espíritu con el que el Partido Nacional se integró a los trabajos de la constituyente fue resumido así por Washington Beltrán: “… toda idea que defienda la democracia, favorezca a la República, asegure el Derecho, beneficie o perjudique a nuestro Partido, contará con nuestro sufragio”.

Las garantías electorales y la coparticipación fueron para los nacionalistas aspectos innegociables, siendo consagrados en la constitución plebiscitada en 1917. Se estableció que el sufragio se fundaría en estas bases: inscripción obligatoria en el Registro Cívico; prohibición a los funcionarios policiales y militares de toda actividad política salvo el voto; voto secreto y universal masculino, pero sentando las bases para el femenino; y representación proporcional integral.

Es así entonces que aquel 30 de julio de 1916 marca el momento en que comienza a cerrarse el ciclo de la epopeya saravista que finalizará en 1925, consagrándose entonces, definitivamente, la democracia en nuestro país.

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Gustavo Penadés

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