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Afines y desafines

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La policía española confirmó la autenticidad de unos documentos firmados por el expresidente venezolano Hugo Chávez en los que se establece una donación de siete millones de euros al partido de izquierda Podemos.

La policía española confirmó la autenticidad de unos documentos firmados por el expresidente venezolano Hugo Chávez en los que se establece una donación de siete millones de euros al partido de izquierda Podemos.

Por cierto, el dinero no llegó directamente a la organización política sino que fue vehiculizado a través de la Fundación CEPS, vinculada estrechamente con Podemos, y tenía como propósito alcanzar “consensos de fuerzas políticas y movimientos sociales, propiciando… cambios políticos aún más afines al gobierno bolivariano”. Un acto de intervención directo, descarado e ilegal.

La noticia no debería sorprender a nadie pero sí abonar el camino de la sospecha. ¿Financiaba Venezuela movimientos políticos afines en otros países? Si lo hacía en España con ese descaro, ¿acaso utilizaba la misma práctica en América Latina? Muchos creerán que no se trata más que de una pregunta retórica, pero la ley que regula la financiación de partidos en Uruguay es muy vulnerable a este tipo de trapisondas.

Seamos entonces aún más directos: ¿financió el gobierno venezolano algún movimiento político uruguayo “afín” para que cerrara filas con el chavismo? ¿Explicaría eso la alineación incondicional o la ruptura con exministros que un día se volvieron díscolos y comenzaron a reclamar garantías electorales, diálogo y respeto a los derechos humanos? ¿Explicaría acaso el pago de comisiones en acuerdos comerciales intergubernamentales a empresas que son propiedad de personeros del gobierno de la época y la vinculación de alguno de ellos a fundaciones similares a CEPS?

Quizás las respuestas lleguen antes de lo previsto, pero ya que estamos, deberíamos preguntarnos si otros sectores o partidos no recibieron también financiamiento ilegal y, protegi- dos por una ley que ellos mismos redactaron, jamás nos enteremos.

Tradicionalmente, estos temas ni siquiera eran objeto de consideración periodística, pero en los tiempos de Wikileaks y los Panama Papers, los ciudadanos ya no aceptan el silencio como respuesta. La revolución tecnológica y el empoderamiento del ciudadano común están cambiando la forma de hacer política, como está cambiando la de hacer negocios, estudios, parejas o periodismo. El que pretenda seguir protegido por una red más o menos discreta de fundaciones, ONG’s y sociedades anónimas, va a terminar fuera del juego. Por sus culpas o por su opacidad; para el caso, parece dar lo mismo.

Los medios de comunicación están poniendo en manos de los ciudadanos cada vez más datos y noticias, reduciendo así los umbrales de tolerancia con la corrupción, la falta de transparencia y las manganetas tradicionales con las que nos atormentaron todos los partidos. Puede no ser la crisis final del sistema democrático representativo, pero muchos dirigentes políticos parecen estar acelerando su decrepitud.

Tal vez lo que diferencie a la vieja política de la nueva no sean cuestiones ideológicas tanto como de procedimientos. Lo de Venezuela y Podemos (acaso con alguna emulación regional igualmente berreta) encarna lo peor de un mundo que, como todo lo que es sólido, se está desvaneciendo en el aire, confirmando el vaticinio de Karl Marx.

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Gerardo Sotelo

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