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Vázquez no manda más

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Vázquez no manda en el Frente Amplio. Y eso es, definitivamente, un dato nuevo de la realidad.

Vázquez no manda en el Frente Amplio. Y eso es, definitivamente, un dato nuevo de la realidad.

Alguien podrá decir que Vázquez ya se opuso a su partido siendo presidente, cuando ejerció el veto a los artículos de la ley que cambiaban las condiciones de penalización del aborto. Pero la comparación no vale. Porque una cosa es amenazar con renunciar a seguir en carrera (Vázquez lo ha hecho a menudo, la última vez en 2011) o ejercer su autoridad desde el Ejecutivo, y otra muy distinta es operar directamente, pedir cautela, dar una solución alternativa creíble, y recibir como respuesta el voto contrario de todos los senadores frenteamplistas en la ley de responsabilidad penal empresarial.

La presión sindical sobre el Parlamento fue la marcha a Roma de los fasci italiani di combattimento de 1922, pero a la uruguaya y estilo siglo XXI. La prudencia legislativa cedió y mostró a quien quisiera verlo, una vez más, que se llevan por delante al astorismo. Ahora será la Suprema Corte la que, una vez más, tenga que reafirmar con coraje lo que en particular el astorismo admitió con pusilanimidad. ¿Nadie pensó que tendrá que dar su veredicto, rodeada ya no de 200 personas como las que protagonizaron la asonada por el traslado de una jueza, sino de 20.000 militantes enardecidos? De verdad, ¿hasta cuándo cree la irresponsabilidad del Frente Amplio que se sostiene una institucionalidad republicana así cercada?

La minoría intensa es ese grupo generalmente dogmático, sectario o fanático, que vive con pasión las cuestiones políticas; que ve todo en blanco y negro, el mal todo de un lado y el bien todo del otro (el suyo propio). En 2009, nos hicieron creer que la legitimidad de Mujica contendría a la minoría intensa izquierdista que quería “profundizar los cambios”. Sin embargo, no la encauzó.

En 2014, muchos nos quieren hacer creer que Vázquez vuelve y la ordena. Sin embargo, su estrategia de seducción a esa minoría fracasó. Por mucha burla que haga a Larrañaga, por mucho 6% que prometa, por mucho impuesto a los poderosos que anuncie, por muchas zurdas guiñadas que muestre, en estos días terminó de quedar claro que la minoría intensa frenteamplista no le cree nada. Está más aguerrida y decidida que antes. Juega fuerte porque sabe que el astorismo ya no es más un contrapeso, sino que es el Titanic. Impone su criterio. Yo me animo y vos también, como dice Constanza.

Si Vázquez no manda, ¿entonces qué pasa? Entonces hay que pararse en un lugar distinto que entienda la realidad lejos del maniqueo esquema “moralmente superiores (izquierda)- moralmente deleznables (el resto)”, que es enteramente funcional a la minoría intensa izquierdista. Hay que creer más en la democracia, y asumir que todos los actores pueden tener algo de razón (y no solo los frenteamplistas).

Eso implica confiar en las nuevas generaciones de los otros tres partidos políticos que, juntos, pueden asegurar la primacía de la representación popular, buscar acuerdos de amplias mayorías pluripartidarias, y gobernar sin dejarse chantajear por los naranjitos fascistas movilizados.
Hay que animarse a cambiar. Darse cuenta que no es verdad que la opción de octubre sea Vázquez o, del otro lado, la nada. Las amplias mayorías afines al Frente Amplio, serenas y comprensivas, tienen que asumir, aunque les duela, que como Vázquez ya no manda más, la nada sería, justamente, Vázquez presidente.

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Francisco Faig

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