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Uruguayez de siempre

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Topolansky evaluó las consecuencias electorales del ajuste fiscal para el Frente Amplio: “no tengo certezas. Se anunció que lo de Pluna iba a impactar: ganamos con mayoría parlamentaria”.

Topolansky evaluó las consecuencias electorales del ajuste fiscal para el Frente Amplio: “no tengo certezas. Se anunció que lo de Pluna iba a impactar: ganamos con mayoría parlamentaria”.

Este ajuste fiscal perjudicará sobre todo a los 200.000 uruguayos de salarios más altos. La inmensa mayoría de los asalariados y los pasivos no lo sufrirán directamente. Además, la marginal baja del gasto público planteada no contraría a nuestro inveterado sentido común ciudadano que detesta achicar el Estado. Incluso habrá que ver si se concreta la muy progresiva reducción de funcionarios públicos.

Cuando llegó al gobierno, lejos de hacer temblar las raíces de los árboles, la izquierda expandió el clientelismo. Ahora, luego de una década de desgaste gubernativo, no iba a oponerse al acerado sentido estatista del uruguayo medio y arriesgarse luego a perder el poder. Por tanto, decidió no tocar nada sustancial del gasto y no exigir calidad en su ejecución. Simplemente, apostó a calafatear un poco el barco y a esperar que los vientos internacionales permitan nuevamente mayores tasas de crecimiento.

Hace muchas décadas que hay como dos planos distintos de realidad. Por un lado, están los diagnósticos, análisis críticos y argumentos bien fundados que muestran, inapelablemente, que no es posible ser un país de primera si no mejoramos drásticamente la calidad del gasto público y el valor agregado de nuestra producción. Todos ellos nos permiten, además, discutir bizantinamente sobre la sempiterna reforma del Estado.

Por otro lado está la verdad del cotidiano nacional. Tras más de setenta años de perspectivas económicas siempre preocupantes en el largo plazo, el uruguayo medio desarrolló antes que nada el siguiente reflejo de supervivencia: sálvese quien pueda, primero yo y el resto que se arregle. Así, centenares de miles optaron por emigrar. Pero otros tantos miles, intuitivos a los que diez años de bonanza no convencieron de ningún cambio estructural, siguen aspirando muy racionalmente a guarecerse bajo el paraguas estatal, con el ideal mayor de convertirse en funcionarios públicos.

Cuando la izquierda diseña su ajuste tiene en cuenta estos dos planos distintos. Por un lado, ubica en su lugar a los más acomodados de los “nabos de siempre”, al decir de Linn, que son relativamente pocos. Mayoritariamente además, son de izquierda. Les pide que hagan un “esfuercito extra”, como dijo Topolansky. Porque también, no deben olvidarlo, fue con el Frente en el poder que la hicieron toda.

Por otro lado, brinda certezas al mayoritario uruguayo medio, ese que empata para no perder, de que el paraguas estatal seguirá abierto. Allí se guarece la esperanza ciudadana de acceder a algún curro, y la izquierda decidió que seguirán todos incólumes. Si además, entre mate y mate y para mayor felicidad republicana, se quiere discutir de la reforma del Estado o quimera similar, vamo’ arriba. Pero eso sí: con el paraguas abierto.

Tiene razón Topolansky: no hay ninguna certeza de que los uruguayos sancionen a la izquierda por este ajuste fiscal. Porque en definitiva, no hay cosa más parecida a nuestro sentido común ciudadano medio que este Frente Amplio viejo, estatista, conservador y clientelista.

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Francisco Faig

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