Publicidad

La restauración del vamos bien

Compartir esta noticia

Vázquez adelantó el debate de octubre. Dio por ganada la interna; se posicionó lo más al centro posible; otorgó tranquilidades de centro-izquierda. Pero, a la vez, cortó grueso. En el Uruguay de su campaña de 2004, esa estrategia dio resultado. Hoy, sus golpes de efecto no parecen eficaces.

Vázquez adelantó el debate de octubre. Dio por ganada la interna; se posicionó lo más al centro posible; otorgó tranquilidades de centro-izquierda. Pero, a la vez, cortó grueso. En el Uruguay de su campaña de 2004, esa estrategia dio resultado. Hoy, sus golpes de efecto no parecen eficaces.

Todo el mundo sabe que los demás partidos no son todos de derecha como él sostuvo; todo el mundo sabe que la oposición viene presentando propuestas y que no es cierto que no se le caiga una idea; todo el mundo sabe que nadie está planteando que la reclusión de adolescentes criminales sea en cárceles de adultos, por lo que quedó claro que el galeno golpeó bajo y mal. También es cierto que todos sabemos que hay muchas cosas en las que estamos mejor que en 2005.

Cuando Vázquez insiste en negar la envergadura de algunos graves problemas del país, lo que termina generando es un mar de dudas en el electorado no frenteamplista. Como es el favorito para ganar pero no está dispuesto a debatir, a esas dudas se suma cierta frustración ciudadana.
Los 300.000 uruguayos de clase media que no tienen partido y que decidirán cuál de los dos bloques será mayoría quieren recibir señales distintas. No les alcanza con la certeza de una ordenada restauración vazquista y con la reafirmación de que vamos bien. No les importa el juego tonto de las declaraciones de los candidatos que se critican entre ellos. Quieren saber, en realidad, qué se plantea en concreto para mejorar la educación pública, la seguridad ciudadana y, en general, la calidad de los servicios del Estado. Y quieren, claro está, certezas de que lo adquirido en estos años no se pierda, además de asegurarse expectativas reales de mayor prosperidad.

Lo que piden no es mucho. Sin embargo, la restauración vazquista no termina de dárselo. Seguramente parte de la explicación sea que el mensaje de Vázquez no logra eludir las distorsiones propias del microclima frenteamplista. Es que en el comité de base creen, sinceramente, que la izquierda gobernante ha hecho las cosas muy bien. Convencidos además de su superioridad moral, estiman que las críticas recibidas son inventos interesados y conservadores de los medios de prensa opositores, o reflujos propios del veneno de los partidos de la derecha. Así las cosas, la campaña restauradora del vamos bien se agotó apenas empezó a agitarse. Solo ha servido para ratificar en su convencimiento a los ya convencidos. Pero no fue la confirmación de que Vázquez será el futuro presidente.

Del otro lado, los matices de cada candidato y de cada estrategia presentan mejores reflejos electorales. Cada uno suma por su lado y, todos juntos, según todas las encuestas, terminan recibiendo más apoyo que el Frente Amplio. Claro está, el juego no es matemático y falta mucho para octubre y noviembre. Empero, desde ya, la oposición no plantea complejos refundacionales: acepta legados positivos de los gobiernos de izquierda que perdurarán —consejos de salarios, por ejemplo—. Sobre todo, habla sin prejuicios a esa clase media preocupada por seguir mejorando. Sintoniza con ella, desde distintas sensibilidades políticas, en propuestas para enfrentar los innegables problemas que le preocupan mucho.

En 2013 se creía que cuando Vázquez arrancara, su victoria sería inevitable. Hoy ya es evidente: su promesa de restauración conservadora no asegura el triunfo frenteamplista.

SEGUIR
Francisco Faig

¿Encontraste un error?

Reportar

Temas relacionados

Francisco Faig

Te puede interesar

Publicidad

Publicidad