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El pastor y la feminista

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El Frente Amplio ganó la mayoría absoluta de votos en 2004 y 2009 porque se corrió al centro. Sin embargo, cada vez, procuró dejar conforme a su ala más radical. En 2014, alcanzar ese doble objetivo parece muy difícil.

El Frente Amplio ganó la mayoría absoluta de votos en 2004 y 2009 porque se corrió al centro. Sin embargo, cada vez, procuró dejar conforme a su ala más radical. En 2014, alcanzar ese doble objetivo parece muy difícil.

Muchos se ilusionaron con que la candidatura de Constanza fuera un dique de contención para el voto más izquierdista. Frente al pragmatismo de Vázquez, que no hizo temblar las raíces de los árboles y fue capaz hasta de negociar con los gringos en contra de Argentina, la feminista podía representar un nuevo giro en la profundización de los cambios. Desde el énfasis en la agenda social, pasando por la renovación de los cuadros militantes, y hasta la adhesión a los proyectos de izquierda populista de algunos países del continente, Constanza calzaba bien en esta lógica electoral del atrápalo todo.

El problema es que la feminista es indómita. Cada tanto se hace notar con alguna aseveración en la que no hay nada de verdadero en lo que dice, ni propuestas en serio. Solo hay ratificación del mundo de buenos y malos que conforta el alma militante del comité. Es decir, Constanza es protagonista de las michelinadas tan propias de su generación. Pero cada tanto también, asume cierta libertad crítica hacia la prédica de Tabaré. Siembra así la discordia entre sus compañeros que no están dispuestos a aceptar ningún espíritu crítico que pueda hacer peligrar las seguras prebendas de un eventual tercer gobierno.

Constanza está en el senado sin votos propios y no tiene idea de lo que cuesta ganar el apoyo de las mayorías. Cree que el mundo es el comité protegido por el muro de yerba y que alcanza con repetir las consignas sesentistas para ganar el poder. De alguna forma, es una buena alumna de la vieja guardia frenteamplista que azuzó durante décadas a sus militantes con mucha palabrería inútil. Pero lo que la feminista no quiere ver es que criticar al pastor es serruchar la rama en la que todos ellos están sentados. Máxime cuando es una evidencia que el viejo triángulo ganador Vázquez- Mujica- Astori está muy viejito y muy gastado.

Tabaré aburre con sus consignas conocidas: criticar a los terratenientes, prometer cifras mágicas para la educación, hablar de la unidad de la izquierda. Todo bien, pero pasaron diez años y la gente quiere otra cosa. Y el problema es que al pastor no se le cae una idea nueva.

Por poner un ejemplo: dos estrellas de los “NAP- boys”, el sociólogo de las fábulas históricas Filgueira, y el economista de las michelinadas de carnaval García, no enamoran a nadie con sus planteos. Solo gorjean lugares comunes y facilismos ideológicos trillados. En educación, si alguien les pregunta cómo van a hacer de verdad para lidiar con los sindicatos, no tienen ni idea. Son intelectuales- caudillistas: se refugiarán en el profundo y prologado silencio impuesto por su pastor.

Cuando conocieron la última encuesta de Cifra, la generación devota de las michelinadas quedó pálida del susto. Todos en el comité intentarán acallar a la feminista y aguantarán el sopor de la prédica de Tabaré, porque creen que para ganar en octubre y noviembre hay que estarse quietitos tras el pastor. Debieran de releer aquel poema de León Felipe, “sé todos los cuentos”. Verán que el pastor y la feminista los han dormido con todos los cuentos. El país quiere una esperanza. No una restauración pastoral con rulos.

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Francisco Faig

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