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Mentiras instaladas

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Enero se presta para el descanso y las reuniones con amigos. Naturalmente, también abundan los debates sobre la evolución del país, su historia y su futuro, en esas interminables charlas de verano que todos conocemos.

Enero se presta para el descanso y las reuniones con amigos. Naturalmente, también abundan los debates sobre la evolución del país, su historia y su futuro, en esas interminables charlas de verano que todos conocemos.

En ellas no hay porqué terminar poniéndose de acuerdo. Pero para que los unos se enriquezcan de la visión de los otros, importa que las opiniones versen sobre hechos de la realidad. Es que para evitar desnaturalizar la conversación, se precisa un mínimo de respeto por ciertas verdades que, lamentablemente, no siempre tenemos.
Una mentira muy instalada entre nosotros es que los tupamaros “lucharon contra la dictadura”. Es claro que, muchos, estuvieron contra la dictadura. Pero, en realidad, se alzaron en armas en 1963 contra una de las mejores democracias del mundo. Cuando oficialmente toman el nombre de MLN-Tupamaros ya estaban bien organizados y habían puesto bombas en las casas de los principales líderes democráticos del país. La dictadura llegó en 1973. Los tupamaros, en ese año, estaban ya vencidos.

Otra mentira extendida entre nosotros es que nunca hubo tanta baja de la pobreza en el país como con los gobiernos progresistas. La verdad es que nunca hubo una crisis tan grave en la historia reciente como la de 1982, y sus consecuencias fueron tan tremendas, que en 1986 casi uno de cada dos uruguayos era pobre (46,2% del total) según el INE. En 1994, esa cifra bajó al 15,3%. En 2004, las estadísticas señalaban que el 32,3% del total de la población del país era pobre, y esa cifra bajó a un 13% en 2012. O sea: en ocho años, cada vez, la pobreza bajó sustantivamente, tanto en gobiernos de los partidos tradicionales como en gobiernos frenteamplistas, y más profundamente en el período 1986- 1994.

Otra mentira muy extendida es que el gobierno de izquierda reparte mejor la riqueza. El índice de Gini, que mide la concentración de ingresos, dice lo contrario. La peor cifra de estos veinte años fue en 2007, con 0,45. Hemos mejorado desde entonces y alcanzamos un 0,378 en 2012, que es un guarismo cercano a los de 1987 y 1988. La izquierda pues no ha sido particularmente distinta en repartir la riqueza.

Después, cada uno opinará lo que quiera: si la presidencia de Pacheco fue la causa del mayor protagonismo militar o si, por el contrario, fue recién hacia 1972 que los militares se salieron de su cauce; si estos datos sociales son la consecuencia de ciertas políticas estatales y no de otras; si las mejoras económicas de estos años son por el precio internacional de nuestros productos de exportación, o si responden al buen manejo del equipo económico astorista; si la fractura social comienza con la crisis de 1982, o empieza en este siglo y es resultado del asistencialismo frenteamplista; si la situación va bien encaminada porque ahora las prioridades sociales son distintas; si esa definición de “pobre” es la correcta con lo caro que está vivir hoy en Uruguay, etc.

Pero lo que está claro es que estos datos son inapelables. Es decir: son los hechos, es lo que pasó. Por mucho que se afirme algo distinto, simplemente, no será verdad. Y esta es otra de las reflexiones que nos puede dejar este verano previo a elecciones generales: cómo hemos perdido calidad en el debate público. Porque muchas veces escuchamos opiniones de políticos que, en realidad, ni siquiera respetan la dignidad de los hechos. Y eso daña la democracia.

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Francisco Faig

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