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Que cien flores florezcan

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Con la tercera elección presidencial consecutiva en favor del Frente Amplio y con la tercera mayoría parlamentaria absoluta de izquierda, debiera de abrirse forzosamente, un tiempo político nuevo para los partidos de oposición.

Con la tercera elección presidencial consecutiva en favor del Frente Amplio y con la tercera mayoría parlamentaria absoluta de izquierda, debiera de abrirse forzosamente, un tiempo político nuevo para los partidos de oposición.

Para cada coyuntura electoral seguramente haya explicaciones concretas acerca de las causas de unas derrotas que, además, no tuvieron cada vez la misma contundencia para cada partido tradicional. Sin embargo, sin desmerecer esas particulares reflexiones específicas, importa ver la historia a más largo plazo. Ella muestra, contundente, que luego de una década de gobiernos frenteamplistas, el pueblo uruguayo definió que los diputados afines a las diversas izquierdas fueran en total hoy más numerosos que los electos en el ya lejano 2004.

Hay entonces un paso fundamental que debe inaugurar ese tiempo nuevo de los partidos de oposición. Es novedoso a la vez que muy tradicional. Refiere a revigorizar una característica histórica clave que en el pasado les permitió ser grandes conglomerados de representación ciudadana: volver a ser genuinamente “catch all”, atrápalo todo, amplios y diversos en corrientes internas que reflejen distintas formas de hacer política y diferentes sensibilidades sociales.

El Frente Amplio con su multiplicidad de sectores es justamente eso. Desde aguados socialcristianos hasta fornidos tupamaros; desde homofóbicos convencidos como Huidobro, hasta gays militantes como Scagliola; desde comunistas hasta socialdemócratas: todos juntos, sumando, y ligados por algunas convicciones comunes que se discuten y se traducen en programas de acción conjuntos.

Cien flores deben florecer para que haya corrientes blancas y coloradas diversas en énfasis y matices que compitan en sus partidos para el progreso de cada uno de ellos. El miedo a la desunión o al desorden partidario interno debe dejar el lugar a la pasión por la libertad de decir, contradecir, criticar y proponer. Los actuales sectores y liderazgos deben contribuir a apuntalar esa diversidad que no ha de entenderse como una amenaza, sino que viene a enriquecer la pluralidad.

Sin este primer paso no habrá nunca amplitud para crecer electoralmente. No es suficiente pero es necesario. ¿O todos los blancos, de verdad, estuvieron en contra de la modificación de la ley de aborto? ¿O todos los colorados, de verdad, apoyaron el Sí a la baja?

Esas cien flores que florezcan deben ser tan llamativas como vigorosas. Que se multipliquen, pero que aporten solidez argumental, novedad inteligente, acción moderna y perspectivas diversas para obligar a los partidos de oposición a mejorar su nivel de debates y propuestas. Que embellezcan hacia adentro esas estructuras partidarias, claro está, pero también hacia afuera, para bien de la calidad del debate democrático entre distintos sectores de todos los partidos.

Lo más fácil es encerrarse en las certezas de siempre, relamiéndose las heridas electorales y culpando al pueblo por no comprender ni apoyar a la oposición luego de una década de gobiernos de izquierda. En esta nueva coyuntura política, el problema es que si los partidos tradicionales no optan por lo más difícil, ni siquiera darán el primer paso para empezar a pensar en ser alternativas políticas posibles para 2019. ¿Ganará el conformismo?

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Francisco Faig

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