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Cayó Bascou Gil

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Francisco Faig
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Así como cayó Sendic debe caer el intendente Bascou Gil: cualquiera que se interese un poco en la actualidad política del país se da cuenta de esta elemental analogía.

Si bien hace unas semanas el comité de ética del Partido Nacional había decidido un pronunciamiento de condena con relación a la venta de combustibles a la Intendencia de Soriano por parte de estaciones de servicio que pertenecieron al intendente, el torpe y miope juego de equilibrios internos blancos había logrado sostener a Bascou Gil en su cargo. Sin embargo, el reciente y lapidario informe de la Junta de Transparencia y Ética Pública (Jutep) cambió radicalmente la situación.

Con la firma de la representante del Partido Nacional, Matilde Rodríguez Larreta, la Jutep fue contundente: Bascou Gil violó normas vigentes en materia de legalidad, rectitud, probidad, implicancias, transparencia y publicidad, entre otras. El informe dejó además muy mal parado partidariamente al intendente, porque puso en claro que cuando Bascou Gil proveyó de información al comité de ética blanco para que se pronunciara sobre su actuación, le ocultó deliberadamente datos claves para un conocimiento cabal de lo ocurrido.

Como consecuencia de este informe, Bascou Gil decidió retirarse del sector de su principal apoyo político, el senador Larrañaga. Seguramente también en unos días terminará renunciando a su cargo, ya que ni su partido ni su sector lo sostienen más. Alguien, con caridad cristiana, debiera de guiarlo pronta y discretamente hacia una salida que cuanto más se demore menos digna será. Se evitará así que el encierro zombi y complaciente en el que muchas veces deambulan los políticos finiquitados siga ocultando a Bascou Gil que su actitud y declaraciones lo dejan en el afligido papel del ridículo. Además, dan mucha vergüenza.

Así las cosas y visto en perspectiva, hay dos aspectos positivos a destacar de los casos de corrupción que han explotado este año. En primer lugar, cuando se leen los informes de ética blanco y del Frente Amplio, y los realizados por la Jutep en el caso Sendic y en el de Bascou Gil, es claro que aún pervive un Uruguay de cosas claras. Es un país que sabe distinguir lo que está bien de lo que está mal y que lo expresa con contundencia. Y lo más importante: ante los graves señalamientos de estas instituciones colegiadas, el sistema político, con mayor o menor prolijidad, termina reaccionando de manera de apartar al corrupto de la escena.

En segundo lugar, la caída de Bascou Gil permite a los blancos seguir cumpliendo con legitimidad su tarea de oposición fiscalizadora del gobierno nacional. Porque sigue habiendo muy malos manejos de dineros públicos y episodios de corrupción que deben ser denunciados: en AFE, en ASSE, en la regasificadora, en Ancap y sus colaterales o en el financiamiento de sectores del Frente Amplio, por ejemplo. Un partido que por un lado pretendiera cumplir esta tarea y que por el otro protegiera a un dirigente como Bascou Gil, habría perdido toda legitimidad ante la ciudadanía. Sobre todo, dejaría en claro que no se lo puede tomar como opción real de gobierno.

No sin remilgos ni pesadeces, los blancos parece que internalizaron qué significa aquello de dignidad arriba. Finalmente, cayó Bascou Gil

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