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Argentina y el triunfo opositor

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Luego de que ganó Macri en Argentina, no faltaron los análisis que desde sus inveteradas perezas conceptuales afirmaron que su triunfo es el preludio de una pronta derrota frenteamplista.

Luego de que ganó Macri en Argentina, no faltaron los análisis que desde sus inveteradas perezas conceptuales afirmaron que su triunfo es el preludio de una pronta derrota frenteamplista.

Acuden en su ayuda los argumentos de la merma económica, del desgaste en el poder que se nota en las encuestas, del vaivén natural del péndulo político, y de las dificultades de la izquierda en encontrar sucesores de la vieja generación triunfante. Creen que si a todos estos datos locales se suma este formidable cambio de una Argentina sin kirchnerismo en el poder, nuestro destino de alternancia política en 2019 es casi inevitable.

Sin embargo, cualquier análisis que intente entender qué pasó en Argentina deberá prestar mucha atención a lo que efectivamente hizo el campo opositor para ganar esta elección. No solamente Macri tuvo un buen balance de dos períodos de gestión de gobierno en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires para presentar en lo nacional, sino que llevó adelante con éxito alianzas políticas fundamentales para fortalecer su candidatura en todo el país. Se destaca aquí la que logró con el viejo radicalismo argentino fuertemente implantado en provincias clave como Córdoba o Mendoza.

Pero además, hace muchos años que distintos think -tanks, que son grupos de técnicos especializados en políticas públicas, alineados con Macri, están pensando y planteando soluciones diferentes a las del kirchnerismo para dar seriedad a la posible alternancia en el poder. Se suma también que todo el proceso electoral fue conducido con enorme profesionalismo, desde la extensión del partido macrista Pro por toda la Argentina, hasta las características de la comunicación de los principales candidatos. En particular lo fue la de la exitosa María Eugenia Vidal en la principal circunscripción allí, que es la provincia de Buenos Aires.

La verdad es que nada de eso ocurre de este lado del Río de la Plata. No hay alianzas duraderas de actores de la oposición; no hay think-tanks que aseguren alternativas técnicas, confiables, amplia y sólidamente respaldadas; no hay balance de gestión exitoso y relevante, porque no lo presentan demasiadas intendencias; y ni siquiera hay una oferta coherente que dé certezas de gobernabilidad posible en nuestra principal circunscripción que es Montevideo, por causa del fiasco político que resultó ser la Concertación.

La pereza analítica imbuye optimismo electoral. Y cierto difuso espíritu religioso, muy extendido en el subconsciente opositor, deja interpretar episodios regionales como si fueran prefiguraciones de designios inexorables que aseguran que el orden se restablecerá luego del extenso paréntesis progresista. Reproduciendo los ademanes políticos y electorales de siempre, con recorridas y discursos; y amagando con alguna innovación de escasa repercusión, nuestro milenarismo opositor apuesta en realidad a quedarse sustancialmente quietito. La idea es desensillar hasta que aclare, que hay alguna luz desde Buenos Aires, y la cosa viene pa’ este lado.

El triunfo de Macri fue el resultado de mucho trabajo e inteligencia política, con profesionalismo y apuesta real por la renovación. Frustra mucho que nuestra imagen en su espejo sea esta oriental pereza opositora.

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Francisco Faig

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