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¿Década ganada o perdida?

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La expresión década perdida se acuñó en los ‘80 para referirse al fenomenal retroceso de muchas economías latinoamericanas luego de la crisis de la deuda que tuvo lugar en el año 1982 y que devastó a varios países endeudados.

La expresión década perdida se acuñó en los ‘80 para referirse al fenomenal retroceso de muchas economías latinoamericanas luego de la crisis de la deuda que tuvo lugar en el año 1982 y que devastó a varios países endeudados.

La trivialización del debate político especialmente acentuado en esta parte del globo, hizo que últimamente se utilizara la expresión contraria para referirse a la década que comenzó con posterioridad a la crisis de principios de los 2000. Especialmente en la vecina orilla los gobiernos K hablaron de “década ganada”. En nuestro país se verificó un uso similar de la expresión.

¿Qué deberíamos analizar para juzgar si se trata de una década ganada o perdida? ¿Qué indicadores deberíamos tomar para realizar una evaluación económica de un determinado período de tiempo? ¿El crecimiento del PIB, la caída de la pobreza, la disminución de la desigualdad, la diversificación de la estructura productiva, la disminución de las vulnerabilidades ante los eventuales shocks externos, la mejora en la infraestructura? Podríamos seguir formulando numerosas preguntas y agregando aspectos diferentes.

Creemos que, en el caso uruguayo, es insoslayable considerar las condiciones excepcionales de las que se ha gozado durante la última década y que no hacen más que elevar la exigencia de los logros de los que nos deberíamos enorgullecer ahora.

¿Alcanza con vanagloriarse del crecimiento del PIB y la caída de la pobreza que tuvo lugar? Creemos que lo primero es consecuencia natural del contexto internacional y de que, sobre todo en el primer gobierno del FA, se mantuvieron ciertos criterios de racionalidad macroeconómica y de fomento a la inversión que permitieron aprovechar la bonanza internacional y los desaguisados de la política económica argentina. La caída de la pobreza es prácticamente la contracara de la situación anterior. Cuando el PIB aumenta, crecen los ingresos de las personas y, en la medida, en que no haya cambios regresivos en la distribución del ingreso, la pobreza tenderá naturalmente a caer. También hay que señalar como lo hemos hecho en varias ocasiones desde esta columna, que esa caída está sobreestimada por cambios metodológicos que son muy discutibles.

¿Cuáles son los demás logros que hemos tenido? Ahora que hasta desde el oficialismo se admite que las condiciones económicas han cambiado y por lo tanto no tendremos el crecimiento económico de antes, ¿dónde están nuestras fortalezas? Si miramos al futuro, ¿qué hemos construido como sociedad con la impresionante bonanza de estos años?

La respuesta es descorazonadora. Los gobiernos frenteamplistas en su urgencia por repartir la prosperidad dejaron de lado la creación de condiciones que le permitan a la sociedad uruguaya dar un verdadero salto al desarrollo. La inversión pública en infraestructura que el país necesitaba para mejorar su productividad brilló por su ausencia al igual que la articulación con el sector privado con ese fin.

Ni que hablar de las deficiencias y retrocesos en la formación de capital humano en todos los niveles a pesar de un aumento formidable en el gasto en educación.

En definitiva, más que una década ganada o perdida parece más bien una década desperdiciada. Lo que no se hizo en plena prosperidad será muy difícil de hacerlo en la nueva etapa que deberá enfrentar el país.

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Fanny Trylesinski

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