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Salud y economía

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CASILDA ECHEVARRÍA
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Qué difícil el equilibrio entre evitar el contagio acelerado y abrupto del Covid-19 y mantener la economía funcionando.

Ningún bien le hace al país la demagogia irresponsable de quienes, o bien siendo dirigentes sindicales, grupos de médicos o siendo políticos de la oposición, arengan a grupos de trabajadores o al público en general proponiendo el parate total de actividades, casi un estado de sitio.

Si hoy que es voluntaria la cuarentena hay infinidad de personas que no la cumplen, ¿qué hace pensar que la cumplirían si fuera obligatoria? ¿O es que también piensan que ese estado de sitio sanitario debiera estar respaldado por la fuerza pública? Seguro que quienes piensan en la cuarentena total y obligatoria serán los primeros que alzarán su voz en contra de los servidores públicos obligados a mantener el orden y las calles vacías.

Como puede apreciarse las incitaciones contra las decisiones del gobierno implican contradicciones intrínsecas en las propias afirmaciones de quienes quieren sembrar la división y sacar rédito político de situaciones de emergencia nacional y mundial en las cuales, la gente de bien se une en un único objetivo en aras de lograr lo mejor para el país.

Sin perjuicio de lo anterior, quienes están en la posición descripta parecen no darse cuenta de las consecuencias tan lesivas para los sectores de menores ingresos o menor capacidad económica. Si se detiene la economía, muchos más trabajadores irán al seguro de paro, con lo que se producirá un incremento del costo del estado que deberá cubrirse o bien con mayores impuestos, que no tendrán efecto ya que no habrá actividad económica, con emisión y mayor inflación con menor poder adquisitivo de los salarios y subsidios por desempleo o con mayor endeudamiento del país, con el riesgo de perder el grado inversor.

Como puede verse nada es tan fácil como decir se suspende toda actividad y los reyes magos nos dejarán en los zapatos los ingresos que ya no nos darán las empresas, algunas que serán llevadas a cerrar y otras que tendrán que reestructurarse y achicarse.

Lo anterior visto desde el punto de vista de empresas, pero el impacto también tendría efecto en los pequeños núcleos familiares: si el jefe de familia o todos aquellos que aportan al sustento familiar pierden sus ingresos o los ven muy menguados, seguramente harán menores compras y deban prescindir de algunos servicios personales que se prestan directamente en los hogares.

El equilibrio no es entonces entre la salud y la economía, ambas son esenciales para el buen vivir de la población, se trata de la educación y solidaridad y la economía. Si todos cumplieran con la cuarentena voluntaria y fueran solidarios con todos aquellos con los que tienen que relacionarse, es decir usando los recaudos necesarios propios de la actividad que desempeñan, todo sería diferente.

Tantas veces se habla de la solidaridad que su sentido se ha vuelto más una herramienta de la envidia que un concepto real de consideración y colaboración con el prójimo.

El resultado del equilibrio entre educación, salud y economía no es un logro o pérdida del gobierno, lo es del país. La unión de todos será lo que nos lleve al mejor puerto, aunque seguro tendrá efectos adversos. Lo que se busca, con las medidas adoptadas, es que estos sean los menores.

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