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Del Quijote a los políticos

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España y el mundo hispano-parlante consagran a 2016 como el año de Cervantes pues en abril próximo se cumplen 400 años de su muerte. Con ese motivo están previstas múltiples actividades destinadas a exaltar su genio literario. Sin embargo, hay en el Quijote una serie de conceptos políticos que en esta página editorial y en los albores de este año cervantino resulta oportuno recordar.

España y el mundo hispano-parlante consagran a 2016 como el año de Cervantes pues en abril próximo se cumplen 400 años de su muerte. Con ese motivo están previstas múltiples actividades destinadas a exaltar su genio literario. Sin embargo, hay en el Quijote una serie de conceptos políticos que en esta página editorial y en los albores de este año cervantino resulta oportuno recordar.

Se trata esencialmente de los consejos que don Quijote le dio a Sancho Panza cuando éste fue nombrado gobernador de la remota ínsula de Barataria. Algunos son conocidos, otros no tanto, pero todos rezuman la sabiduría del escritor que supo ser un valeroso soldado y un hombre comprometido con los asuntos de su tiempo.

El más notorio de los consejos que le prodiga el ingenioso hidalgo a su escudero es el que dice lo siguiente: “No hagas muchas pragmáticas, y si las hicieres, procura que sean buenas y, sobre todo que se guarden y cumplan”. La receta es tan válida hoy como entonces y más en un país como el nuestro de larga tradición legiferante en donde abundan normas que jamás se cumplen con el consiguiente descrédito de los poderes públicos.

Menos citado pero igualmente útil es este otro consejo cervantino: “Has de poner los ojos en quien eres, procurando conocerte a ti mismo, que es el más difícil conocimiento que puede imaginarse; del conocerte saldrá el no hincharte, como la rana que quiso igualarse con el buey”. La arrogancia es un vicio que si bien amenaza al gobernante hace carne, bien lo sabemos, entre los gobernados. En homenaje a Cervantes nos abstendremos de enumerar ejemplos locales de este defecto tan corriente.

Relacionado con lo anterior viene la siguiente recomendación: “Haz gala, Sancho, de la humildad de tu linaje y no te desprecies de decir que vienes de labradores…y préciate más de ser humilde virtuoso que pecador soberbio”. Dicho de otro modo, no darse ínfulas porque se ocupa un cargo de gobierno y recordar constantemente que, como dicta la Constitución de la República no hay más diferencias entre las personas que las de “los talentos o las virtudes”.

En procura de la ecuanimidad de sus decisiones, don Quijote le aconseja a Sancho que “no seas siempre riguroso ni siempre blando, y escoge el medio entre los dos extremos que en esto está el punto de la discreción”. La prudencia política, la búsqueda del equilibrio y la ponderación en los actos, son virtudes que Cervantes admiró en los poderosos de su tiempo que, dicho sea de paso, no lo trataron demasiado bien.

Otro consejo cervantino para políticos apunta a las relaciones personales de una forma que hoy se nos representa como una discriminación de género pero que podía resultar valedera 400 años atrás. “Si trajeras a tu mujer contigo, enséñala, doctrínala y desbástala de su natural rudeza, porque todo lo que suele adquirir un gobernador discreto, suele perder y derramar una mujer rústica y tonta”.

Hasta aquí algunos de los consejos del Quijote. Diez días después, que así de corto fue su mandato en Barataria, el escudero rinde cuentas al hidalgo con una frase que es un canto a su honestidad: “Sin blanca entré en este gobierno y sin ella salgo, bien al revés de cómo suelen salir los gobernadores de otras ínsulas”. Así se hace, Sancho.

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Antonio Mercader

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