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Lacalle Pou: la forma y el fondo

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Nadie niega que fue bueno que el Partido Nacional aceptara integrar el grupo de trabajo multipartidario convocado por Tabaré Váz-quez para discutir la crisis de seguridad. Tras varias reuniones con mucha publicidad y no muchos frutos, parece cierto que llegó la hora de despegarse del gobierno para señalar las discrepancias. Así lo notificó el senador Luis Lacalle Pou, líder del sector mayoritario de los blancos.

Nadie niega que fue bueno que el Partido Nacional aceptara integrar el grupo de trabajo multipartidario convocado por Tabaré Váz-quez para discutir la crisis de seguridad. Tras varias reuniones con mucha publicidad y no muchos frutos, parece cierto que llegó la hora de despegarse del gobierno para señalar las discrepancias. Así lo notificó el senador Luis Lacalle Pou, líder del sector mayoritario de los blancos.

En el fondo del asunto Lacalle Pou tiene razón. No ca-be seguir discutiendo sobre un tema crucial con un gobierno que ni siquiera logra convencer a sus propios legisladores de aprobar las medidas consensuadas en ese grupo. Otra razón para alejarse es la permanencia del ministro del Interior, Eduardo Bonomi -largamente cuestionado por los nacionalistas-, quien sigue creyendo que posee el monopolio de la verdad en materia de seguridad. Prueba de ello es que ahora, para colmo, intentó tomarle el pelo a la senadora Verónica Alonso, a quien le desvalijaron la casa (por culpa de ella, dio a entender el ministro). Otra gota más en un vaso casi desbordante.

El problema de Lacalle Pou es que se equivocó en la forma. Previamente debió llevar el asunto al directorio del Partido Nacional y convencer a todos sobre la conveniencia de dejar unas reuniones poco productivas que le dan patente de dialoguista a un gobierno que dialoga poco y nada en temas trascendentes. Dicen que la iniciativa de Lacalle Pou se discutirá mañana en el directorio, pero el planteo debió hacerse antes. Al decidir por su cuenta el senador debió enfrentar la negativa a seguirlo de dirigentes de Alianza Nacional, el grupo de Jorge Larrañaga.

Aprovechando la ocasión, el oficialismo se olvidó por un instante de sus elecciones internas para evocar al viejo fantasma que acosa a los blancos: la falta de unidad, las disidencias internas. Lacalle Pou, el segundo hombre más votado del país, es decir el líder de la oposición, resultó desairado.

Visto en perspectiva, lo ocurrido es producto de la actitud del senador con relación al Directorio partidario. Una larga tradición entre los blancos indica que el ganador de las elecciones, en este caso las internas del 2014, es quien preside el Directorio, en donde si bien tiene mayoría entre los 15 directores, es normal que las decisiones importantes, como la que nos ocupa, se adopten por consenso. Lo natural hubiera sido que Lacalle Pou buscara antes ese consenso desde el directorio, “el cargo más alto al que puede aspirar un blanco”, como se ha proclamado repetidamente. Sin embargo, al no asumir el cargo no solo perdió el ámbito natural para aunar posiciones sino que colocó a ese órgano partidario en un estado de debilidad contrastante con la preeminencia que tuvo en la era posdictadura en donde las clásicas sesiones del direc-torio de los lunes eran un hito insoslayable en la agenda política.

Lacalle Pou, el más joven de los presidenciables y factótum de la campaña que lo llevó a dirimir el acceso a la Presidencia de la República en el balotaje con Tabaré Vázquez, tiene todo para ganar las próximas elecciones porque no hay otra figura política emergente que tenga sus cualidades. Puede ganarlas sí, siempre y cuando no cometa errores como el que motiva esta columna.

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Antonio Mercader

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