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Guantánamo puede esperar

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Compasión, solidaridad, derechos humanos, fueron palabras que empleó José Mujica para justificar la venida a Uruguay de seis presos de Guantánamo. Lindas palabras que se las llevó el viento. El viento electoral de las encuestas de agosto que mostraron que el Frente Amplio puede perder el gobierno. A no correr riesgos le dijeron a Mujica para que diera marcha atrás. Traer a esos presos es altamente impopular. Conclusión: que se queden en Guantánamo hasta después de las elecciones.

Compasión, solidaridad, derechos humanos, fueron palabras que empleó José Mujica para justificar la venida a Uruguay de seis presos de Guantánamo. Lindas palabras que se las llevó el viento. El viento electoral de las encuestas de agosto que mostraron que el Frente Amplio puede perder el gobierno. A no correr riesgos le dijeron a Mujica para que diera marcha atrás. Traer a esos presos es altamente impopular. Conclusión: que se queden en Guantánamo hasta después de las elecciones.

Así, todos los principios humanitarios se fueron al tacho. Ganar las elecciones es lo que vale. No importa la desilusión de los presos que ya tenían sus valijas en la bodega del Boeing C17 que los fue a buscar. No importan sus familias que según el canciller Luis Almagro venían a Uruguay a reunirse con ellos. No importa la bronca de Barack Obama por esta dilatoria inesperada. Y no le importa a Mujica desdecirse otra vez. Total, qué le hace una mancha más al tigre.

La embajadora Julissa Reynoso, artífice del proyecto, se devana los sesos para saber el por qué de esta suspensión de último momento que la dejó mal parada ante sus jefes. Si hasta mediados de agosto todo iba tan bien. Obama había dado el preaviso al Congreso de la liberación de los presos con los 30 días de anticipación requeridos. En Uruguay se hablaba de su inminente llegada y de la “reunificación familiar” de los liberados con los suyos. El avión militar ya estaba en Guantánamo listo para partir hacia Montevideo.

Cuatro días estuvo ese avión esperando en la pista según el New York Times. Irritado, Obama le pidió a su vicepresidente, Joseph Biden, que averiguara por qué se demoraba y no despegaba con su carga humana. El vice Biden habló con Mujica —traductor mediante— y fue entonces que el presidente uruguayo le soltó un argumento que parecía un chiste: que Uruguay está en plena campaña electoral y que la llegada de los “guantanameros” podía incidir en la campaña.

Pero ¿cómo? ¿Acaso no se sabe desde hace muchos años que el 26 de octubre del 2014 se celebran elecciones en Uruguay? ¿No lo sabía Mujica cuando en el mes de mayo visitó la Casa Blanca y selló el acuerdo? ¿Por qué entonces aceptó recibir a los presos en el curso del verano boreal, es decir antes del 21 de setiembre? Esas son las preguntas que hoy se hacen en el Departamento de Estado y en la prisión de Guantánamo en donde los seis candidatos a venir están como en el limbo.

La respuesta la tienen las encuestas del Sordo y compañía. Es que según sus datos por primera vez en la última década la izquierda puede perder el poder que tanto ama y que a tantos correligionarios alimenta. Tabaré Vázquez, el Goliat teóricamente invencible, siente la amenaza de un David inesperado e imprevisible: Lacalle Pou. Ahora ya no se trata sólo de defender la mayoría parlamentaria; lo que está en riesgo es la presidencia misma, le advirtieron a Mujica. Hay que evitar cualquier cosa que ponga en peligro el triunfo del Frente Amplio, le pidieron. Y a la gente no le gusta nada que tenga que ver con talibanes reales o supuestos.

Y bueno, todo sea por la causa, habrá pensado Mujica. Los cuatro sirios, un palestino y un tunecino que ya estaban tomando clases de español y estudiando la geografía de Uruguay pueden esperar. Y las razones humanitarias, las buenas intenciones y las bellas palabras que se las lleve el viento.

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Antonio Mercader

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