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Basta de poner la otra mejilla

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Con su reciente éxito en las municipales en base a una oratoria agresiva contra el Frente Amplio, Edgardo Novick probó que las campañas “por la positiva” pueden funcionar como excepción, pero no como regla.

Con su reciente éxito en las municipales en base a una oratoria agresiva contra el Frente Amplio, Edgardo Novick probó que las campañas “por la positiva” pueden funcionar como excepción, pero no como regla.

El carácter excepcional de “la positiva”, distinto a todo lo conocido en las campañas electorales uruguayas, le permitió a Luis Lacalle Pou marcar una presencia triunfal en las internas del Partido Nacional el año pasado. Sin embargo, analizado el panorama en perspectiva, está claro que no fue conveniente aplicar “la positiva” en el resto del proceso electoral.
A diferencia del nacionalista Álvaro Garcé que no tuvo otro camino que adoptar “la positiva”, Novick se plantó en la cancha con distinto talante.

Apenas iniciada la campaña, José Mujica, con ínfulas de ganador debido a su buena votación de octubre, intentó desacreditarlo. “No se meta conmigo”, le advirtió reciamente Novick quien a partir de allí le devolvió golpe por golpe al expresidente y a su esposa-candidata. Del mismo modo, Novick no tuvo pelos en la lengua para criticar a Daniel Martínez por su anterior actuación en Ancap, algo que sorprendió a muchos pese a que era un recurso legítimo contra quien se presentaba ante la opinión pública sobre todo como un buen gestor con probada experiencia. Aparte de ello, algunas frases de Novick imprimieron en la gente como la que dedicó a Lucía Topolansky: “en plena democracia cuando yo cargaba cajones en el mercado ella cargaba fusiles”.

Como escribió lúcidamente Álvaro Ahunchain, uno de los asesores de comunicación de Novick, el Frente Amplio suele frotarse las manos ante las “campañas pasteurizadas” tipo “la positiva”, pero cuando le conviene no duda en usar artillería pesada contra sus rivales. A tal punto llega a esa actitud de los dirigentes frenteamplistas que uno de los actos más patéticos de la reciente campaña de las municipales fueron los denuestos de la ministra de Turismo, Liliam Kechichian, lanzados contra el intendente elegido por la gente en Maldonado, precisamente el departamento que justifica buena parte de su existencia como ministra. Esa es otra prueba de lo mal acostumbrado que está el Frente Amplio a pegar suponiendo que quien recibió el golpe pondrá a disposición -cristianamente- la otra mejilla.

Además de la experiencia de Novick en Montevideo otras muchas prueban que “la positiva” no es la única estrategia posible. Ahí están los ejemplos de las grandes democracias en donde los políticos no trepidan en usar campañas negativas. Un ejemplo es el reciente triunfo de David Cameron en Gran Bretaña que no vaciló en describir a su rival laborista, Ed Miliband, como un “sujeto peligroso” y un “estafador” en potencia. Ni que hablar de la campaña electoral estadounidense ya lanzada para elegir al sucesor de Barack Obama en donde la favorita, Hillary Clinton, enfrenta junto a su marido, el expresidente Bill Clinton, cargos por enriquecimiento ilícito concretado en los años en que ella actuó como secretaria de Estado.

En países de larga tradición democrática nadie se rasga las vestiduras ante esos ataques. Al contrario, lo normal es que se fomenten debates frontales entre candidatos y se acepte el derecho de cada competidor a cantarle cuatro verdades a sus rivales sin que nadie esté obligado a poner la otra mejilla para que le sigan pegando.

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Antonio Mercader

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