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De sabios y necios

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Estos tiempos que vienen tormentosos y cuyo desenlace final aún no conocemos, ya han logrado que la economía se desacelere, el empresario inversor tienda a aquietarse y ya su afán por invertir en el país languidece.

Estos tiempos que vienen tormentosos y cuyo desenlace final aún no conocemos, ya han logrado que la economía se desacelere, el empresario inversor tienda a aquietarse y ya su afán por invertir en el país languidece.

Lo veo en el sector que pertenezco, la construcción privada, pero puedo perfectamente extrapolarlo a los demás sectores. Hay menos confianza y ello supone mayor cautela y extremar cuidados.

Breve ejemplo: el promotor privado de la construcción, tradicionalmente ha invertido y construido por olfato; le gustaba un terreno, su ubicación y allí invertía. Nada de estudio de mercado o estudios similares. Su pasión por lo que hacía, lo podía. Hoy, ese espíritu aventurero se limitó muchísimo y la tarea está centrada sustancialmente en la vivienda de interés social y mucho menos, en la promoción privada tradicional.

Retomo el hilo conductor del pensamiento. Todo el contexto agorero en el que estamos, requiere de quien nos gobierna y sus ocasionales adversarios, otro talante. Otra forma de proceder. Seguimos mirándonos la punta de la nariz, cuando es imprescindible elevar las miras y actuar en consecuencia.

Pareciera que Ancap nos dividió para siempre. Lo de Ancap no requiere ya ni rótulos y el daño es inconmensurable. Obviamente el tema no ha concluido y el acto de contrición no lo hizo nadie. Pero avancemos….

¿No habrá temas medulares que poner encima de la mesa y comenzar a lograr consensos?

¿O la educación no se cae a pedazos a vista y paciencia de todo el mundo?

Cuesta entender que el Presidente de la República desde que asumió no haya tenido reuniones formales con los líderes adversarios. Ignoro si se las pidieron o no pero debería ser una situación que se dé en forma fluida, como una constante en la vida del país.

Apenas asumió el presidente Macri convocó a los adversarios en la lucha electoral. Parecía que hubiera sido un gesto surrealista, por la forma en que lo resaltaron. De Ripley.

Diera la impresión que la soberbia juega su rol y nadie cede terreno.

Alguna vez pensamos en políticas de Estado. Esas que requieren por parte de todos, la mejor disposición para lograr acordar y llevarla adelante y que trascienda los tiempos de los gobiernos. ¿Las tenemos en nuestro país?

Lo que se observa desde el punto de vista del ciudadano común es quién pega más fuerte. No estoy diciendo que los errores y equivocaciones no haya que marcarlos. No estoy diciendo que no se interpele a un ministro si compete hacerlo.

Pero… que mala pasada nos juega el ego cuando creemos que somos los dueños de la verdad. Sentir que tenemos la razón mientras que los demás están equivocados, es uno de los principales patrones egotistas de la mente. Es el hábito compulsivo de hallar fallas en los demás y de quejarse de ellos. Aplicar rótulos mentales negativos al adversario político suele ser un componente fundamental del ego.

Necesitamos convivir en busca de la verdad. Subjetivamente todos tenemos nuestra verdad. Me refiero a la verdad objetiva, a la que es igual para todos, a la que rebosa del suceso. Es precisamente esta verdad, palpable y comprobable, que muchas veces es adulterada por la pasión y negada por la parcialidad.

Tenemos que escucharnos con respeto por encima de ideologías, de adhesiones partidarias, de preconceptos tontos.

El respeto es por encima de todo una noción moral. Si el mismo no existe, no habrá sustancia en las conclusiones ni fecundidad en el diálogo, ni hablar de políticas de estado.

Muchas veces los líderes, al estar rodeados solamente por quienes alimentan una imagen distorsionada que tienen de sí mismos, pierden capacidad para establecer relaciones genuinas.

Dice un refrán, “corrige a un sabio y lo harás más sabio; corrige a un necio y lo harás tu enemigo”.

Estamos llenos de necios y esos necios nos dejan anquilosados y estancados en el subdesarrollo.

Necesitamos otro talante, otra actitud, otra forma de relacionarse; esta es la causa primera de nuestros desatinos, aunque parezca secundario.

Reclamo de la clase política, magnanimidad, pensar en el país por lo alto y no en el meticuloso cuidado de la chacrita. El Presidente de la República deberá dar el ejemplo. Quiere decir pen- sar genuinamente en la gente, sin demagogias y sin preconceptos caducos con eslóganes totalmente carente de contenidos. En el ínterin, como escribió Ricardo Reilly Salaverri en una columna del jueves, la mitad de los niños uruguayos menores de 11 años, viven debajo del nivel de pobreza. Ni sobre esto ni sobre Ancap el Pit-Cnt se pronuncia.

No nos hagamos más trampas al solitario: ¡la gente es rehén de demasiada estupidez y egocentrismo y este país, luce como un viva la pepa!

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Anibal Durán

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