Publicidad

Noticiabilidad

Compartir esta noticia

El periodismo es riesgo, audacia y descubrimiento”, dijo Mario Vargas Llosa en la entrega de los Premios Ortega y Gasset de Periodismo, la noche del miércoles 6 del corriente, en Madrid.

El periodismo es riesgo, audacia y descubrimiento”, dijo Mario Vargas Llosa en la entrega de los Premios Ortega y Gasset de Periodismo, la noche del miércoles 6 del corriente, en Madrid.

La frase le calza perfectamente a esa profesión, desde sus remotos orígenes hasta el problemático y recién iniciado siglo XXI. Porque un periodista es y será siempre alguien en busca de la novedad implícita a la condición de noticia; a la originalidad, lo imprevisible y -en lo posible- lo inédito; al grado de importancia y gravedad de lo acontecido ; a la proximidad que lo torna candente, o a la lejanía geográfica que lo hace exótico; a la jerarquía de los involucrados e incluso al desplazamiento y la velocidad con que se mueven los protagonistas del hecho.

Valga un ejemplo, en los albores del siglo XX, para avalar la antigüedad de eso que modernamente se nomina “criterios de noticiabilidad”: en 1903 Roberto Payró era un joven escritor de fama en Argentina, cuando La Nación, de Buenos Aires, lo mandó a cubrir lo que parecía ser una inminente guerra civil entre el gobierno colorado de José Batlle y Ordóñez y el caudillo blanco Aparicio Saravia.

En una búsqueda frenética del caudillo, al que se propone entrevistar, Payró vive su propio “viaje al corazón de las tinieblas”. Se adentra en la campaña oriental, en la que faltan los caballos, el teléfono y el telégrafo están censurados (cuando no cortados sus hilos), el ferrocarril no funciona, preso de la lucha por el control de sus rieles y las diligencias han subido exorbitantemente los precios de sus asientos. Payró relata sus escalas y cada negociación previa a la adquisición de un caballo o un plato de comida, pero fundamentalmente retrata con trazos indirectos -por las frases que le dicen que dijo, por las anécdotas que le cuentan que protagonizó-, al caudillo que busca entrevistar. Al mejor estilo de Joseph Conrad, termina admirando a ese hombre que se le escabulle.

Logra alcanzarlo en Nico Pérez, cuando éste pasa revista a unos 20.000 voluntarios en armas. Payró capta la tragedia y el entusiasmo que flota en ese aire de guerra. Ve pasar el interminable desfile de jinetes de tez apergaminada, de jovencitos de pocos años, de gente que enarbola banderas y sombreros, mientras viva al caudillo, y acuña la expresión que describe magistralmente el pasaje de aquel ejército terrible: oyendo retumbar el suelo.

Payró contempla a Saravia desde unos metros de distancia, hasta que el desfile termina y el caudillo se retira. Entonces se interpone en su camino y lo saluda, para recordarle por enésima vez su presencia y su deseo de entrevistarlo. Saravia se remite a saludarlo, llevando la mano al ala de su chambergo, mientras sigue su camino, al tranco sin prisa de su caballo.

Cuando Payró telegrafió cada una de sus crónicas captó la novedad, midió la gravedad social de aquella concentración, palpó el latido de la multitud en armas, se acercó al personaje gravitante y siguió su movimiento, pero no consiguió lo que hubiera sido un inédito absoluto: reportearlo. “El hombre que más ha ocupado la prensa en estos últimos meses, y el que más debe a su propaganda no quiere reportajes que quizá resultaran indiscretos…”- escribió en las líneas finales de su larga crónica.

El periodismo es riesgo, audacia y descubrimiento, pero la discreción es virtud. En todos los tiempos.

SEGUIR
Ana Ribeiro

¿Encontraste un error?

Reportar

Te puede interesar

Publicidad

Publicidad