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El chancho y su lomo

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De la última gira presidencial, el destino más esperado políticamente era Finlandia. Abrochar la inversión de la segunda planta de UPM fue el objetivo número uno.

De la última gira presidencial, el destino más esperado políticamente era Finlandia. Abrochar la inversión de la segunda planta de UPM fue el objetivo número uno.

Esa obra, en un país como el nuestro, mueve la aguja del producto bruto interno y del trabajo. La mayoría de los uruguayos, debates de por medio sobre su ubicación y salvados los requisitos medioambientales, estamos de acuerdo.

En esto no hay oficialismo ni oposición. Es desarrollo y trabajo. Como dijimos aquí, los estímulos fiscales deberían llegar también para nuestros emprendedores locales con igual convencimiento. Emulando al festival de folklore de Durazno y su tradicional apelación, aquí “todo el gobierno le canta a UPM”. Es bueno que hayan comprendido la importancia de la inversión exterior. Sin embargo el gran objetivo político que hizo desembarcar en esas frías tierras a casi todo el gabinete, Pit-Cnt, empresarios y lobistas oficiales varios, se encontró rápidamente con la horma del zapato a su vuelta.

Esta semana una delegación de técnicos enviada por la empresa finesa a inspeccionar la vía férrea que une Montevideo/Paso de los Toros tuvo que regresar a su país sin poder salir del andén. El sindicato ferroviario no los dejó cumplir su tarea. Empecemos por lo primero y es lo particular del poder del sindicato de una actividad que prácticamente no existe, porque si algo se mueve poco aquí son los trenes. Son piezas de museo en deprimente estado y sin embargo deberían ser la base logística del Uruguay emprendedor moviendo su producción y un servicio privilegiado del transporte.

El inversor de 4.000 millones de dólares, como primera decisión posvisita del presidente Vázquez, envió a unos ingenieros a echar una vichadita de los rieles. Y la sorpresa debió ser mayúscula cuando el sindicato los dejó en la vía, literalmente. El resultado de una visita que movilizó al gobierno a cruzar el mundo termina en un desplante que le manda una señal de estos tiempos a Finlandia: el gobierno puede acordar, pero solo ad referéndum de los sindicatos. Acá manda una coalición de partidos y sindicatos. Si la Unión Ferroviaria, representante de una actividad marginal de la economía, tiene esa fuerza, qué podrá ser del Sunca.

El tema de fondo es que en el Uruguay de hoy la soberanía no radica en la gente y su voto sino en un poder, tan fuerte como ese, que no se presenta a las elecciones pero sin el cual el gobierno no decide. Vázquez, que es el que tiene la mayor responsabilidad, viaja a ver a los inversores con empresarios y el Pit-Cnt, pero no dialoga con la oposición. Contesta con indisimulado desprecio las propuestas del Partido Nacional, como hizo esta semana, mientras entrega su poder legítimo a uno ilegítimo y corporativo de un sindicato testimonial que pone en duda la palabra del gobierno y que debe haber disparado alarmas en Finlandia: ¿vamos a poner 4.000 millones para que decida el Pit-Cnt?

El poder sindical cooptó la educación, decide en la salud y ahora en la economía. Que el trabajo y la inversión estén entregados a las reglas de juego de una asamblea es responsabilidad de quien cedió poder democrático. Una de los debates futuros es si el gobierno será político/sindical o habrá un límite y se recuperará la soberanía popular. Eso también es defender el trabajo de los uruguayos. La culpa no es del chancho sino del que se gastó las uñas rascándole el lomo.

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Javier García

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