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A chambonear al campito

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Esto de las chambonadas no es algo nuevo para Mujica cuando busca explicar lo inexplicale en un presidente de la República. Es reincidente.

Esto de las chambonadas no es algo nuevo para Mujica cuando busca explicar lo inexplicale en un presidente de la República. Es reincidente.

Cuando pasó todo lo de Pluna salió a decir que era “una chambonada de carácter histórico”, como si con ello alcanzara para explicar los 300 millones de dólares que habían desaparecido de las arcas estatales y los procesamiento de dos de sus principales jerarcas (Lorenzo y Calloia). Ahora que lo de Ancap se ha vuelto conocido por el trabajo de la Investigadora, justifica los 800 millones de dólares de pérdidas, los 2.300 millones de endeudamiento y la desesperada capitalización del Ente porque está fundido con un simple fue “una chambonada”. ¡Pavada de fácil! ¡¿A qué tanto lío?!

Parecería que esa palabra tuviera efectos mágicos, que con solo invocarla está todo permitido y es una eximente de culpa y responsabilidad de alcances prodigiosos, aunque el Código Penal -flor de chambones los que lo hicieron- ni siquiera la reconoce o menciona.

Más allá de chambonadas y sus derivaciones, lo que queda bien claro en este año que pasó, es que la presidencia de la República de José Mujica fue la peor y más nefasta para el país en los últimos treinta años. Podrá seguir vendiendo en el exterior su trabajada imagen del presidente más pobre del sistema planetario, del gran campeón de la honestidad. Despertará curiosidad allí donde vaya por su pasado terrorista, su acceso a altos cargos bajo un régimen democrático, su vida austera, sus fotos junto a un tractor, su imagen de trabajador rural (por más que no figuraba como tal en los registros del BPS) su rechazo al consumismo, su forma deteriorada de vestir y hablar, su permanente amenaza al premio Nobel, pero jamás nadie podrá sostener que fue un buen presidente. El lastre de su legado habla por él.

Mujica destrozó a este país, lo despojó de todos sus valores, los minimizó y los pulverizó. Convirtió la banalidad, la chabacanería, la improvisación, el lenguaje soez, el doble discurso y el irrespeto por el Derecho, en emblemas de su gobierno. Vació a las instituciones de contenido y, como si fuera poco, en el manejo de la cosa pública vació al Estado de sus dineros: tenemos un Presupuesto Nacional con un déficit de 2.000 millones de dólares para empezar.

Pero tan grave como lo que hizo y dejó hacer, es la permanente subestimación que Mujica tiene de la inteligencia de los ciudadanos. Los ha engañando y piensa que no es nada difícil seguir haciéndolo. Porque lo de Ancap no fue solo una chambonada: fueron muchas y todas graves. En cinco años Ancap perdió muy feo en todos sus “proyectos”; no solo emprendió obras faraónicas, sino que gastó invariablemente por encima de lo que se había estimado y presupuestado. Veamos solo algunos ejemplos:

-La Planta Desulfurizadora de La Teja (que fuera inaugurada por la Presidente Cristina Kirchner y los muchachos de La Cámpora) costó 421 millones de dólares, El estimativo de costo era de 90 millones (es decir, cuatro veces más de lo que se proyectó).

-Para las plantas de Cemento Pórtland que tiene Ancap en Paysandú y Minas, se elaboró un plan estratégico por el que se invertirían 118 millones de dólares -parece bastante dinero- en reformas y mejoras. Pero… lo que se gastó en realidad fueron 251 millones de dólares. Más del doble.

-La planta de cal en Treinta y Tres: la inversión estaba estimada en US$ 45 millones. Ya se llevan invertidos US$ 120 millones y se preparan otros US$ 27 millones más. Trabaja a pérdida y, además, el año pasado se pagaron siete millones de dólares por multas (se entregó material de distinta calidad al contratado) y este año vamos por los dos millones.

-La planta de bioetanol de ALUR en Paysandú: los US$ 80 millones iniciales, terminaron costando US$ 147 millones por las obras llamadas periféricas.

Todo esto sucedía con conocimiento del presidente Mujica. Se lo había advertido expresamente su entonces ministro de Economía Fernando Lorenzo y no tuvo más remedio que reconocerlo -luego de haberlo previamente negado con indignación- en los últimos días. ¿Qué se puede pensar? Que Mujica estaba pintado o que es más chambón de lo que se creía o que fue el peor presidente que tuvo este país y es el responsable absoluto y directo de todo lo que pasó. Lo cierto es que lo de Ancap no puede terminar en la Investigadora, porque la explicación de la desaparición de 800 millones de dólares por una chambonada no convence.

El tema Pluna se laudó -al menos hasta ahora- por la fidelidad al mando de Lorenzo y Calloia. Ancap llegará a la Justicia y será la Justicia quien determine si ha habido delito o no en la conducta de los implicados. También están los artículos 24 y 25 de la Constitución que hablan de la responsabilidad patrimonial de los funcionarios públicos por el daño causado y ¡vaya si aquí hubo daño! Para empezar, todos los uruguayos, incluidos los niños, deberíamos aportar US$ 300 para cubrir la pérdida de Ancap.

La presidencia de la República no es para chambonear, es para gobernar.

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Washington Beltrán

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