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Cayó el paredón

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Que Leningrado pasase a llamarse una vez más San Petersburgo, el retorno de los zares, la caída del Muro, el capitalismo sin límites -ahora- de la China de Mao, y… abreviando la muerte de Fidel son cosas de la generación mía.

Que Leningrado pasase a llamarse una vez más San Petersburgo, el retorno de los zares, la caída del Muro, el capitalismo sin límites -ahora- de la China de Mao, y… abreviando la muerte de Fidel son cosas de la generación mía.

Crecida en la cantinela latinoamericana del fin del imperialismo yanqui y la democracia liberal. Un día la máquina de vapor y otro Facebook, Internet y Netflix. La gente planetariamente vive más tiempo y hay más alimentos, estas líneas son un austero himno a la realidad y el progreso imparable de la ciencia y la tecnología.

Podría citar experiencias universitarias en el exterior, que las tengo, teorías sublimes que conozco, o alguna circunstancia meritoria diplomada, pero prefiero responder con la academia de la calle, de la experiencia directa de la vida, que con el sol a la espalda es lo inapelable.

“Sus ojos se cerraron y el mundo sigue andando”. Con los años las referencias tangueras están presentes. Murió Fidel Castro. Hizo de una Cuba pujante cuando su revolución, una cárcel gigante y como me decía en mi adolescencia un cura jesuita, no se le debía saludar porque tenía las manos sucias de sangre.

Rezan los evangelios que por sus frutos le conoceréis. Vayamos a los frutos.

Para empezar están los fusilados y los torturados, los encarcelados sin debido proceso y por sola voluntad del monarca absoluto. Se cuentan por miles. Los fusilados sin proceso suman -conservadoramente- por lo menos unos seis mil seres humanos.

Soldado incondicional, héroe de África, de Angola, un día sometido a juicio sumario y fusilamiento. Acompañado por otros leales a la tiranía. Acusados arbitrariamente de tráfico de cocaína a Estados Unidos, operaciones que tenían el visto bueno del déspota supremo.

El tema podría ser inacabable. Lo dejamos en aras de ver las realizaciones populares del socialismo caribeño. Hace unos días un congreso del Frente Amplio uruguayo de pie aplaudió la memoria del tirano desaparecido en nombre de la “utopía” igualitaria. Y es verdad, Fidel es símbolo del socialismo. En realidad de dos socialismos. Uno -como pasa siempre- es el de la oligarquía adicta, unos pocos privilegiados; el otro, el de una masa de gente a la que le falta vivienda, salud, luz, prensa libre, agua corriente, y que debe vivir con una tarjeta de racionamiento no siempre canjeable por bienes elementales para lo cotidiano.

La “robolución” castrista ha sido motivo de exportación. Entre nosotros hay muchos que la compraron. No puede menos que depositarse una flor en la tumba de los policías, los soldados y los ciudadanos caídos a causa de las arteras y traicioneras balas y atentados de la subversión terrorista.

Tanto Fidel como su hermano de crímenes seriales, el “Che” Guevara, alabaron públicamente a la democracia uruguaya. Al tiempo que esto pasaba delincuentes leninistas, sin ciencia ni lucidez, empezaban un intento criminal para hacerse dueños del país y disfrutarlo a su antojo. Lo que pasó exime de comentarios.

Las noticias duran poco tiempo. Las personas -nosotros- vivimos en un mar de información tóxico. Lo que para muchos fue noticia diaria -Fidel y su socialismo- son un fracaso que ya fue. Y, a otra cosa mariposa. Los cubanos que están en Miami aportarán lo suyo -ya lo hacen-, y Cuba será otra vez libre. Aprovechando su cercanía con Estados Unidos, la primera potencia mundial. Amén.

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Ricardo Reilly Salaverri

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