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Sin cambios que esperar

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El gobierno impulsa nuevamente la idea de crear la Universidad de la Educación. Estando prevista en la Ley de Educación, la anterior administración trabajó en un proyecto que terminó archivándose. Se pretende que los educadores -cualquiera sea su nivel- sean formados en un instituto de nivel universitario. Se estima que así será sustancialmente superior su formación y que el resultado de su trabajo también lo será.

El gobierno impulsa nuevamente la idea de crear la Universidad de la Educación. Estando prevista en la Ley de Educación, la anterior administración trabajó en un proyecto que terminó archivándose. Se pretende que los educadores -cualquiera sea su nivel- sean formados en un instituto de nivel universitario. Se estima que así será sustancialmente superior su formación y que el resultado de su trabajo también lo será.

El propósito es compartible. Es deseable -y un antiguo reclamo- que quienes tienen vocación docente dispongan de los mejores recursos para su capacitación inicial, así como el acceso posterior a estudios de posgrado en instituciones universitarias.

La diferencia que tenemos con las autoridades es que estas insisten en la creencia de que los cambios institucionales producen -de manera casi mágica- modificaciones en los procesos, en la cultura de las organizaciones y en el resultado final, que es la calidad de la educación de los niños y jóvenes. Es decir: se cree que cuando funcione la nueva universidad todo mejorará.

Ese resultado podrá o no darse, pero implica siempre el paso de mucho tiempo. Lo más importante es entonces preguntarse qué se puede hacer hoy y si lo que se está haciendo va en la dirección de los objetivos deseados.

A partir de 2005, la institucionalidad de la educación se complejizó, sobre todo a partir de la Ley de Educación que prevé una infinidad de instancias de coordinación entre organismos estatales, la creación de nuevos entes autónomos, la profundización de las políticas de control y centralización, y la participación de los docentes en los consejos. A esa realidad debe sumarse un importantísimo aumen- to del presupuesto (más de 122% en términos reales en los últimos once años). Los resultados de todo esto no son mejores de los que se obtenían antes; y se afianza un modelo crecientemente centralizado en donde la política partidaria y sindical juegan un papel muy importante, condenando al sistema a la inmovilidad.

La formación docente se ha venido concentrando en una sola dirección que abarca la formación en todos los niveles: 22 institutos de formación docente; seis centros regionales de profesores; el Instituto de Profesores Artigas; el Instituto Normal de Montevideo; el Instituto de Formación en Educación Social; el Instituto Normal de Enseñanza Técnica, y el Instituto de Perfeccionamiento y Estudios Superiores, siendo el germen de la futura Universidad de la Educación.

Al mismo tiempo que se operan estos esfuerzos dirigidos a la centralización, los mejores resultados en la educación son conseguidos por instituciones que buscan una forma diferente de hacer las cosas. Sean en centros públicos o privados, la diferencia está en las iniciativas que toma la comunidad educativa adaptándose a la particular realidad de cada centro.

A la luz de lo que se viene viendo, tampoco en este período se operarán cambios en el sentido de generar una institucionalidad más flexible, con mayor desconcentración y grados crecientes de autonomía para jerarcas y educadores. Solamente un gobierno con un liderazgo claro, voluntad y capacidad de construir consensos políticos, podrá operar los cambios necesarios.

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Gustavo Penadés

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