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Es bueno votar “por la positiva”

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Hay que reconocer que Lacalle Pou honró su lema “por la positiva” casi hasta el exceso. Fue una de sus cartas de triunfo en la interna blanca y es seguro que habrá de rendirle bien el próximo domingo. Pero cualquiera sea el desenlace Lacalle Pou inauguró un estilo de hacer política cuyos resultados deberán analizarse con cuidado.

Hay que reconocer que Lacalle Pou honró su lema “por la positiva” casi hasta el exceso. Fue una de sus cartas de triunfo en la interna blanca y es seguro que habrá de rendirle bien el próximo domingo. Pero cualquiera sea el desenlace Lacalle Pou inauguró un estilo de hacer política cuyos resultados deberán analizarse con cuidado.

La cátedra de las campañas electorales aconseja agresividad a todo candidato nuevo y retador del poder establecido. El candidato blanco hizo caso omiso del consejo. Se salió del molde con un discurso de pocas críticas y muchas propuestas. Incluso se dio el lujo —sacrilegio, según los expertos— de elogiar actos de sus rivales. Esta actitud descolocó a quienes no captaron que los tiempos cambian ni entienden que hay una generación que se abre paso en la política con recursos distintos, acordes al humor del votante del siglo XXI.

Ante ese embate poco ortodoxo el Frente Amplio no supo qué hacer. Su candidato, Tabaré Vázquez, arrancó con solemnidad bíblica leyendo aquel decálogo de promesas en donde incluía la “tablet” para cada jubilado. Pensó que bastaba prometer y decir “confíen en mí” para hacer capote, pero las encuestas le mostraron que no alcanzaba. Entonces salió a pegar. Desde España desdeñó a Lacalle Pou con lo de “la sub 20”, cuando él era el menos indicado para poner en escena los problemas de la edad. Y como remate, esbozando su sonrisa de delfín comparó a su rival con una “pompita de jabón”.

El retador no entró en el juego ni siquiera cuando Sendic tuvo el mal gusto de sacar a relucir el tema de los apellidos. Aludiendo a los candidatos de los partidos tradicionales Sendic dijo que “hay algunos que tienen solo nombre y otros tienen solo apellido”. Un disparo a Pedro y otro a Lacalle Pou. Pero como Vázquez en el caso anterior, Sendic quedó atrapado en su propia red pues porta un apellido que si bien le permitió trepar en el Frente Amplio evoca una era de violencia antidemocrática.

Riéndose de la Constitución, también Mujica entró en campaña esgrimiendo insultos típicos de su cuño. “Alma podrida”, por ejemplo. En ese trillo, Fernández Huidobro roció a Lacalle Pou con epítetos de un espesor inusual en nuestra arena política: “iletrado”, “turro” y “burro”. Ni que hablar de otros laderos que denostaron al candidato opositor con la misma jerga barriobajera empleada por sus jefes.

Así, palo y palo contra “la positiva”. Alguien dijo que Lacalle Pou era el “cartón ligador” de la campaña. Estoico, se mantuvo en sus trece aunque como confesó en ADM “moría por salirme de la vaina”. Se contuvo, pero es fácil imaginar a qué abismos hubiera descendido el tono de la contienda si el candidato blanco se hubiera dado por aludido y replicado en la misma cuerda a quienes lo provocaban.

Este columnista votará el domingo próximo por Lacalle Pou ya convencido de que pasó el tiempo de las campañas basadas en pegarle al rival y que más vale, como el candidato propone, concentrarse en los grandes temas como la inseguridad, la mala educación, el colapso de la red vial o la postergada reforma del Estado. Sería ideal que en la segunda vuelta los candidatos debatieran sobre esos asuntos como ocurre hoy en Brasil. Como el obstáculo para organizar debates es la negativa de Vázquez lo menos que se le puede pedir a él y a los suyos es menos agravios y una actitud más positiva ante lo que se les viene encima.

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Antonio Mercader

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