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Brožová , la fiscal obrera

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Era el amanecer del 27 de junio de 1950 en la prisión de Pankrác en Praga. Cuatro condenados a muerte suben al patíbulo. La más notoria es Milada Horáková: parlamentaria que había renunciado a su escaño en 1948 en protesta por el golpe de estado comunista, abogada, miembro de la resistencia antinazi, dirigente socialista y feminista. Su condena era el resultado de un juicio espectáculo fraguado por el régimen, asesorado por expertos soviéticos.

Era el amanecer del 27 de junio de 1950 en la prisión de Pankrác en Praga. Cuatro condenados a muerte suben al patíbulo. La más notoria es Milada Horáková: parlamentaria que había renunciado a su escaño en 1948 en protesta por el golpe de estado comunista, abogada, miembro de la resistencia antinazi, dirigente socialista y feminista. Su condena era el resultado de un juicio espectáculo fraguado por el régimen, asesorado por expertos soviéticos.

Primero fueron ahorcados los hombres. Mientras se procedía al horrible y mecánico ritual de preparar a Horáková se escuchó una voz que ordenaba al verdugo dejarla caer lentamente para evitar una rápida muerte por rotura cervical: “¡Que no se rompa el cuello con el nudo, sofoque a esa puta!”. Quien lo ordenaba era Ludmila Brožová una de los tres fiscales del caso, única mujer. Cuando se constató la muerte lanzó una sonora carcajada, escalofriante aun para los curtidos asistentes a la ejecución. Cincuenta y siete años más a tarde, cuando se lo recordaron frente a un tribunal de justicia, la antigua fiscal, no lo negó, lo justificó: para ella había sido una experiencia terrible, que por eso estaba alcoholizada y que incluso no había querido mirar.

Es imposible no evocar expresiones similares de los criminales nazis. Dijo Adolf Eichmann durante su juicio: “bebía schnapps (aguardiente) como si fuera agua. Tenía que beber. Necesitaba intoxicarme.” Hanna Arendt ha sido implacable con esa justificación: Los asesinos, en vez de decir: “¡Qué horrible es lo que hago a los demás!”, decían: “¡Qué horribles espec-táculos tengo que contemplar en el cumplimiento de mi deber, cuán dura es mi misión!”

Ludmila Brožová nació en Praga en 1921, hija de un alto funcionario del ministerio del Interior. Revisando su biografía emergen semejanzas con el desencantado personaje de Wanda, la exfiscal comunista del estado Polaco, protagonista de la película Ida (Pawe? Pawlikowski, 2013).

De joven parece haber participado de la resistencia, luego tuvo una fallida carrera teatral hasta que en 1948, siendo dactilógrafa en el secretariado del Partido Comunista, se le ofreció la oportunidad de hacer un curso rápido de derecho -diez meses- y convertirse en fiscal del nuevo régimen comunista. Su buena voz y sus dotes de actriz, ahora tendrían un escenario inesperado.

En su primer caso contra un grupo de opositores católicos no tuvo dudas en pedir la pena de muerte para Melanie Klouparová, una mujer de veinticinco años, madre de dos pequeños y embarazada de seis meses. Si bien los jueces no la complacieron y optaron por la cadena perpetua, Brožová emergió como una candidata ideal para acusar mujeres y se la eligió para el juicio espectáculo destinado a condenar a Milada Horáková y otros doce dirigentes socialistas. Junto con los asesores soviéticos trabajó en el libreto de la farsa, incluidas las condenas y penas.

Durante el juicio, suplió su carencia de conocimiento y aun de lenguaje jurídico con histrionismo y largas parrafadas como estas:

“Mientras que la obre- ra Herajtová, de la empresa textil Kotona, de Beroun, aumentaba su rendimiento en los telares automáticos para ayudar a construir nuestra República, la acusada Horáková reunía en la clandestinidad bandas enemigas para destruir nuestra República. […] Nuestras mujeres y madres preguntan: ¿Dónde ha quedado su corazón, acusada Horáková, al traicionar a nuestra patria y la lucha por la paz de millones y millones de mujeres?”

Obtenida la condena, Ludmila Brožová trabajó intensamente para que esta no fuera cambiada, ante los pedidos internacionales de clemencia. Luego de las ejecuciones, la ahora llamada “la fiscal obrera”, participó de un acto de masas en el popular barrio de Zizkov para festejar el acontecimiento y recorrió el país dando conferencias sobre el proceso.

Su carrera continuó sin respiro, apenas una licencia por maternidad en 1956. Entre 1953 y 1979, como fiscal regional de la ciudad de Pilsen protagonizó centenares de procesos políticos. En octubre de 2007, a los 85 años, el caso Horáková la llevó ante el tribunal donde tantas veces había sido estrella ante un público seleccionado para ella. Ahora debía enfrentar no solo los cargos sino la mirada de un numeroso grupo de antiguos presos políticos.

Se declaró “naturalmente inocente” y a diferencia de los criminales nazis, sostuvo que no actuó cumpliendo órdenes, sino por convicción:

“Lenin fue la fuente de la verdad para mí. Lenin representaba la dureza. Lenin era más duro que Stalin. Lenin decía que los que lucharon contra el zarismo tenían experiencia, y si ahora luchan contra nuestro gobierno, es decir contra los bolcheviques, son más peligrosos que los que no hicieron nada. Contra estos hay que proceder duramente aunque fueran nuestros excompañeros de combate. Esa fue mi convicción respecto a [Milada Horáková] ¡ella luchó contra los alemanes, tenía experiencia, y luego se volvió contra nosotros!”

En un breve párrafo Ludmila Brožová sintetizaba uno de los pilares del pensamiento soviético, aplicado una y miles de veces.

El 9 de septiembre de 2008, sentada en un banco de los pasillos del Palacio de Justicia de Pilsen, rodeada de periodistas, esperaba la sentencia, en silencio. Sibilinamente, se limitó a citar un verso de François Villon, el poeta francés del Siglo XV: “La necesidad hace a la gente desviarse / como el hambre salir del bosque al lobo”.

La justicia estimó que el proceso de 1950 no se trató de “un error judicial sino de un asesinato legal, puesto que la magistrada conocía todos los detalles de la trama aun antes de haber comenzado el proceso espectáculo”.

Fue condenada a seis años de prisión de los que solo cumplió veintiún meses, merced a la gracia otorgada por el presidente Václav Klaus. Envalentonada, se presentó ante la Corte Europea de Derechos Humanos, pretendiendo la nulidad del juicio y las correspondientes indemnizaciones. La corte se pronunció el 7 de julio de 2011 respaldando detalladamente las actuaciones de la justicia checa y condenando específicamente el “abuso legal” para liquidar adversarios políticos.

Ludmila Brožová murió el 15 de enero 2015, a los 93 años, sin haber expresado el más mínimo arrepentimiento.

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Luciano Álvarez

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